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Un paradigma de repuesto

El Quehacer en el Campo

Por. Iván Uranga

 

 

Resumen: Somos conscientes de que no sólo la economía capitalista sino todo el modelo civilizatorio que se nos ha impuesto están al borde del colapso. Es un monstruo enorme que, herido de muerte, que genera todo tipo de violencias. Violencias tanto en los seres humanos, como de toda la comunidad de seres vivos y de nuestro planeta, nuestra madre tierra.

Este modelo civilizatorio colonialista, patriarcal y clasista es un sistema que incrementa la desigualdad y que se expresa en nuestros campos y en nuestra mesa, es el modelo de agricultura industrial de los agronegocios. Nosotras y nosotros, las y los campesinos, indígenas y afrodescendientes, no estamos obligados a vivir dentro de este modelo criminal, ante esta forma de producir, consumir y lucrar con base en la captura de territorios, de recursos naturales, de saberes, de comunidades, y en la supresión de las diversidades culturales.

Por lo que ofrecemos lo que ya tenemos: Un paradigma de repuesto; un modo de producir, de pensar y de vivir sustentado en la diversidad del mundo humano y natural, una convivencia en la que no haya que cuidarse los unos de los otros sino con base en el cuidado de los unos y los otros, un modelo basado en la solidaridad, el respeto del bien común y la dignidad de las personas, en dónde se suman todas las Resistencias, retomamos todas las experiencias que han logrado en la práctica sobreponerse al criminal modelo económico hegemónico y hemos aprendido de las que fracasaron, para construir una Sociedad Solidaria.

Un modelo con profundas raíces en nuestro pasado, como las de los árboles en los terrenos secos, pero con follajes extendidos, amplios, abarcantes, que a todos nos abrazan. Queremos la feminización de la política, de la vida, su propósito es el cuidado de todo como una gran madre.

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“Una de las cosas más difíciles,
no es cambiar la sociedad,
sino cambiarse uno mismo”

Nelson Mandela.

 

El proyecto histórico del capital se fundamenta básicamente en tres instituciones: la economía global de mercado, la democracia formal y el Estado clasista. La institucionalidad de éstas es intocable para el sistema y son la esencia del Proyecto Histórico del capital, porque le proporcionan su riqueza económica y su poder de dominación, mientras no cambiemos esto, ningún modelo de nación ni de planeta alternativo es posible.

La forma práctica de éstas instituciones del poder, se manifiesta principalmente en el control de todo el aparato productivo, la perpetuación de las clases sociales y la panacea del voto como instrumento de transformación.

La violencia y el miedo generalizado es un sistema de control impulsado desde el capital que crea la necesidad de la seguridad y la falsa protección del Poder,  una de las formas más violentas de control se da en el campo, es decir en la tierra misma y lo que produce.

Es desde ahí, desde controlar los insumos básicos para la sobrevivencia humana que surge su poder, y también es desde ahí, desde donde debe comenzar la ruptura del paradigma impuesto y la construcción de todo proceso real de transformación.

Hablamos desde los territorios, muchas veces capturados por la explotación colonial, la dominación de clase o la opresión patriarcal, pero también desde los territorios donde ya sembramos amorosamente alimentos, utopías y esperanzas.

Mientras los grandes poderes económicos y políticos se reúnen para acordar nuevos tratados de libre comercio, para atentar contra nuestros territorios y para manipular a su antojo lo que producimos, nosotros nos hemos encontrado con miles para compartir nuestras visiones sobre lo que nos amenaza, para comunicarnos nuestras resistencias y nuestras luchas, para alimentarnos con nuestros hallazgos, nuestros aprendizajes, nuestros saberes, nuestros sentires, nuestros sabores.

Somos conscientes de que no sólo la economía capitalista sino todo el modelo civilizatorio que se nos ha impuesto están al borde del colapso.

Es un monstruo enorme que, herido de muerte, lanza zarpazos y multiplica todo tipo de violencias. Violencias que causan una situación nunca vista de sufrimiento, tanto de los seres humanos, como de toda la comunidad de seres vivos y de nuestro planeta, nuestra madre tierra.

Este modelo civilizatorio colonialista, patriarcal y clasista es un sistema que incrementa la desigualdad y que se expresa en nuestros campos y en nuestra mesa, es el modelo de agricultura industrial de los agronegocios.

Una acumulación sostenida en el despojo de los bienes comunes y en la desmedida explotación del trabajo.

Una educación que quiere aprender sobre el mundo y no del mundo.

Un enriquecimiento de los siempre más ricos que en aras de proyectos de lucro en materia energética, minera, turística, agroexportadora, conlleva una nunca vista privatización global de las tierras y una enorme violencia sobre los territorios, los recursos naturales, el agua, los ecosistemas.

Y ante todo violencia sobre las comunidades humanas expropiadas de sus bienes, expulsadas de sus territorios y explotadas en su trabajo de forma semiesclavista.

Este es un modelo que destruye diversidades naturales, productivas, sociales y culturales para homogenizar y elevar a toda costa la producción; que ha convertido la comida en mercancía excluyendo a millones de personas de los alimentos básicos y contradictoriamente provocando sobreconsumo, obesidad y múltiples enfermedades.

Un modelo que en lo agrícola se basa en la privatización, extranjerización, concentración y financiarización de la tierra fértil; a la vez que, mediante el monopolio, el acaparamiento y la especulación en los mercados encarece los alimentos básicos.

Un modelo que con la máquina devastadora de los tratados de libre comercio echa por tierra la soberanía alimentaria de las naciones y de las comunidades. Con la misma crueldad colonial de hace siglos se apropia ahora de millones de hectáreas de países pobres para siempre especular con ellas o para producir más riquezas para ellos mismo.

Un modelo que con furia patriarcal viola tierras, suelos, bosques, aguas, ecosistemas y personas para forzarlos a producir más a toda costa, y que por ello nos ha conducido al umbral del desastre climático, del punto de no retorno en el que lo que está en juego es la subsistencia de los seres humanos y también de la diversidad de formas de vida de nuestro amado planeta.

Nosotras y nosotros, las y los campesinos, indígenas y afrodescendientes, no estamos obligados a vivir dentro de este modelo criminal, ante esta forma de producir, consumir y lucrar con base en la captura de territorios, de recursos naturales, de saberes, de comunidades, y en la supresión de las diversidades culturales y de formas de pensar holistas y no lineales propias de los pueblos agrícolas.

Por lo que ofrecemos lo que tenemos: Un paradigma de repuesto; un modo de producir, de pensar y de vivir sustentado en la diversidad del mundo humano y natural, una convivencia en la que no haya que cuidarse los unos de los otros sino con base en el cuidado de los unos y los otros, un modelo basado en la solidaridad, el respeto del bien común y la dignidad de las personas, en dónde se suman todas las Resistencias, retomamos todas las experiencias que han logrado en la práctica sobreponerse al criminal modelo económico hegemónico y hemos aprendido de las que fracasaron.

El nuestro es un modelo abierto, no lineal y muy diverso.

Un modelo con profundas raíces en nuestro pasado, como las de los árboles en los terrenos secos, pero con follajes extendidos, amplios, abarcantes, que a todos nos abrazan.

Queremos la feminización de la política, de la vida, su propósito es el cuidado de todo como una gran madre: no queremos comida, educación, salud o seguridad, queremos, alimentar, aprender, sanar y cuidar de todos y de la enorme diversidad biológica que hemos recibido en herencia, de los ecosistemas y de los recursos naturales; de las muy heterogéneas expresiones culturales; de los saberes ancestrales y de las tecnologías construidas con la reflexión colectiva.

En cuanto a la producción de nuestros alimentos optamos por la agroecología campesindia es un modelo que ya hemos estado construyendo y cultivando. Una parte de él lo recibimos de nuestros ancestros. Otra, la desarrollamos en nuestra resistencia al despojo, a la mercantilización de la naturaleza y de los alimentos.

Hemos aplicado en él la investigación-acción: los agricultores nos hemos tornado un poco investigadores y los investigadores se han hecho un mucho agricultores.

Es un modelo que ha surgido de la resistencia al extractivismo; de la defensa de las semillas nativas ante los transgénicos; del desarrollo de reguladores de plagas y fertilizantes naturales contra la invasión de los agroquímicos; de muchas experiencias de mercados y consumo locales; del rescate de la cocina y de la medicina de las comunidades.

De ahí surgen nuestras propuestas para el Alimentar, el Sanar, el Aprender y el Cuidar, pero también surgen nuestras formas de intercambio económico cómo el Trueque, el Banco del Tiempo y nuestro modelo de moneda comunitaria más avanzado que es El Túmin.

No buscamos ya una educación alternativa, trabajamos para construir una alternativa a la educación.

Lo hemos desarrollado en el diálogo de nuestros saberes, pero también en la asimilación crítica de las nuevas tecnologías.

Porque el modelo es un paradigma de repuesto, no sólo para la agricultura, la alimentación y el cambio climático, sino para la vida toda frente al colapso civilizatorio que vivimos. Consideramos un deber de solidaridad y un compromiso político ineludible el compartirlo, el divulgarlo, el hacerlo avanzar por todo el mundo.

Para ello, necesitamos:

  • Eliminar el concepto de agricultura como negocio, es decir; No se puede seguir concibiendo a la tierra y su riqueza como base de la acumulación del capital, somos tutores de la tierra y nuestra tarea es diseñar medio ambientes humanos sostenibles de áreas productivas ecológicas capaces de sustentar familias, comunidades y regiones de un modo integral, reciclando nutrientes, residuos, y aprovechando la energía al máximo potencial de su eficiencia.

  • Eliminar el monocultivo, ya que está ampliamente comprobado que altera los ecosistemas, desgasta los nutrientes de la tierra y no han servido para alimentarnos, sólo son la base del consumo, es decir; ante la práctica de los agronegocios, solo somos consumidores y parte de la ganancia en dónde la siembra está intrínsecamente ligada a la desnutrición e intoxicación y al ganancia no sólo es para el agronegociante, también le deja grandes ganancias a la industria farmacéutica.

  • Construir un territorio de convergencia, de búsqueda e investigación en común, de diálogo de saberes, de experimentación, de diálogo con otros actores de la sociedad, para enriquecer y fortalecer nuestro paradigma.

  • Lanzar el proceso permanente de construcción de un movimiento de agroecología campesindia, donde se articulen organizaciones del campo, académicos, organizaciones civiles de todos los sectores de la sociedad, que luche de manera permanente por impulsar un modelo económico alternativo enfocado en la agroecología.

  • En particular, las y los participantes  en la refundación de México debemos acordar iniciar desde ahora una ruta para la construcción de una articulación nacional de agroecología campesina amplia, plural, incluyente y multisectorial.

  • Generar enlaces entre productores y consumidores y revalorizar nuestros alimentos, prácticas y cultivos para contribuir a una buena nutrición con soberanía alimentaria para todas y todos.

  • Impulsar la equidad de género a todo los niveles: las familias, las organizaciones, la sociedad y las instituciones

  • Garantizar que todas las  políticas públicas y programas en todos los países reconozcan el importante papel de las mujeres rurales como productoras y conservadoras de la biodiversidad natural y cultural, y que apoyen sus iniciativas.

  • Crear oportunidades para celebrar y promover el papel de jóvenes y jóvenes de adultos y adultas mayores en el campo a través de prácticas y leyes que reconozcan la pluricultura e identidades y que provean empleos y otras oportunidades para facilitar el relevo intergeneracional en el campo.

  • Crear los instrumentos para que se viva en todos los medios el intercambio continuo de saberes y conocimientos campesinos y científicos como una alternativa real de la agroecología para la producción de alimentos y la mejora de la calidad de vida, la salud y el medio ambiente.

  • Trabajar con los campesinos, consumidores, académicos y organismos de la sociedad civil para articular una propuesta hacia la transición, reconociendo los derechos colectivos de los indígenas y campesinos, promoviendo la conservación de la riqueza del patrimonio biocultural e impulsando el desarrollo de los territorios agroecológicos: resilientes y adaptables ante el cambio climático.

  • Impulsar modelos agroecológicos y de cultivos biointensivos, que permitan que en un mínimo de tierra (372M2) un ser humano pueda cultivar su dieta anual dejando al mismo tiempo un excedente comunitario para la preservación de la diversidad genética vegetal y animal.

  • Integrar las tecnologías apropiadas para cada región y para cada persona, que garantice que cada mínimo de tierra cultivable produzca, se preserve y en los casos que lo requiera se revierta el daño causado.

  • Crear cooperativas de producción agroecológicas de cultivos biointesivos, por regiones que produzcan los nutrientes necesarios para los colectivos que habiten cada región, que permitan el intercambio con los cooperativistas que producen otros bienes. (por ejemplo: ropa, muebles, calzado, servicios, etc.) garantizando la nutrición y la vida integral de cada habitante de las regiones.

  • Crear cooperativas de cooperativas por región, que puedan intercambiar los excedentes por productos o servicios que necesiten sus regiones con otras regiones (por ejemplo: automóviles, refacciones, enceres o servicios, etc.)

No necesitamos derrocar a ningún gobierno para comenzar a vivir nuestro paradigma de repuesto, necesitamos comenzar a vivirlo, construyendo con nuestras acciones un Sistema Social Solidario que funcione por encima del sistema actual. Ir ocupando territorios tangibles y virtuales, y defender cada palmo ganado. Nuestra patria no tiene fronteras, es y existe en cada resistencia y en cada ser humano en resistencia, compartamos nuestros saberes y construyamos juntos esta nación universal nómada e itinerante de hombres y mujeres libres

Educación sin Escuela, Aprendizaje sin Educación.

Por: Iván Uranga

 

Resumen: Ante el fracaso del modelo educativo vigente y entendiendo la globalización como un elemento ineludible de la sociedad actual, se planten alternativas de organización social que garanticen la permanencia de las características culturales regionales en los procesos de formación que incorporen la nueva Sociedad del Conocimiento con la propuesta alternativa de la Sociedad Solidaria, creando entornos significativos para el aprendizaje y garantizando los esquemas de certificación de los saberes para dar oportunidad a quien lo requiera de participar en la academia y/o el campo laboral dentro y fuera de la nación. Es necesario entonces reconceptualizar  lo que conocemos como escuela y educación, “la educación” ha dejado de ser “el medio” para la transmisión del conocimiento y como instrumento tecnológico jamás puede ser el fin, debemos cambiar el concepto de educación como instrumento mediatizador del conocimiento, de las políticas públicas, del coto de poder gremial, de guardería  de control del ejército industrial de reserva, etc. Reconozcamos que los procesos educativos más logrados han dependido del docente y no del modelo educativo y retomemos el concepto del aprendiz como base del nuevo proceso de enseñanza y reestructuremos esta nación desde su cultura casa por casa, calle por calle, barrio por barrio, comunidad por comunidad a través de facilitadores y medios significativos del aprendizaje retomando todos los saberes y elementos tecnológicos de la globalización pero fundamento en la raíz profunda de nuestra cultura.

 

 

 

“En los momentos de crisis, sólo la imaginación

 

es más importante que el conocimiento”

 

Albert Einsten

 

 

 

Ante la crisis mundial, todas las áreas del conocimiento aportan su visión para los cambios sociales en los que vivimos, y la prospección pretende integrar los resultados de los diferentes ámbitos del saber con la intención de diseñar la sociedad que nos espera en un mundo globalizado, pero la sociedad del futuro no puede quedar al arbitrio de la globalización. La globalización, es el nuevo marco existente en el que se expresan las diferentes manifestaciones humanas, y este se configurará en la sociedad como sea que las personas que la habitan lo deseen configurar. De ahí que la cuestión sea justamente qué tipo de sociedad tendremos en este nuevo marco social.

Las soluciones que se apuntan son, digámoslo así, pluridimensionales. Muy probablemente la fascinación del progreso técnico y tecnológico establece un elenco de posibilidades en el que no resulta extraño que las soluciones sean muy variadas. ¿Vamos hacia una sociedad de la información, del conocimiento? ¿Es ése el panorama que se nos abre, o bien caben otras posibilidades complementarias? Coherentemente con el análisis realizado, esas otras “posibilidades complementarias” no son excluyentes; es decir: la Sociedad del Conocimiento no debe excluir de suyo la Sociedad Solidaria, ni a la inversa. Al contrario: una puede requerir de la otra y viceversa. La solución que se adopte dependerá, indudablemente, del prisma con el que se aborde inicialmente la cuestión planteada. Cualquier solución que se considere conlleva claramente un requisito de veracidad.

Ante el colapso del modelo educativo oficial,  resulta necesario plantearnos de nuevo, ¿qué es la educación? Y dentro de esta pregunta necesitamos saber si la educación debe moderar en lo abstracto o debe servir para un proyecto de nación.

Durante los últimos años se ha venido desarrollando la teoría de un aprendizaje significativo, que en esencia plantea que un estudiante relaciona la información nueva con la que ya posee, reajustando y reconstruyendo ambas informaciones en este proceso. Es decir, la estructura de los conocimientos previos condiciona los nuevos conocimientos y experiencias, y estos, a su vez, modifican y reestructuran aquellos. Este concepto y teoría están enmarcados dentro de la psicología constructivista.

El aprendizaje significativo ocurre cuando una nueva información se conecta con un concepto relevante preexistente en la estructura cognitiva, esto implica que las nuevas ideas, conceptos y proposiciones pueden ser aprendidos significativamente en la medida en que otras ideas, conceptos o proposiciones relevantes sean claras y estén disponibles en la estructura cognitiva del individuo, y que funcionen como un punto de anclaje de las primeras. En conclusión, el aprendizaje significativo se basa en los conocimientos previos que tiene el individuo más los conocimientos nuevos que va adquiriendo. Estos dos al relacionarse, forman una conexión y es así como se forma el nuevo aprendizaje, es decir, el aprendizaje significativo.

En tratados e investigaciones anteriores he intentado identificar al docente en el concepto de “aula” es decir; ante el fracaso del modelo educativo percibimos que los alumnos con alguna formación provenían no de instituciones sino de maestros, individuos con esta “vocación de enseñanza”  que independientemente de “programas educativos” se esforzaron por “formar” a sus alumnos o a algún alumno en particular, no está por demás recordar que la “currícula real” de un individuo es la suma de todas sus experiencias de conocimiento y si su “maestro” utilizo las horas de clase para comentar sobre su perro, su familia, su salario o no dijo nada, esa hora pasa a formar parte de la “currícula real”  del individuo. Bajo esta premisa todo el entorno significativo para el aprendizaje los ha tenido que aportar el docente, en un entorno social totalmente desfavorable, dentro de las propias escuelas, la comunidad y el país.

Si el aprendizaje depende de que, tanto el educador como el educando tengan la actitud necesaria para el aprendizaje, la capacidad para transmitirlo y asimilarlo, y el dominio del conocimiento tanto el que se pretende trasmitir como el conocimiento base en que se prende anclar, todo esto en un entorno favorable, no debe sorprendernos que quienes dirijan nuestros países sean analfabetas funcionales y violentos como producto del perfil real de egreso de nuestros sistema educativo, porque somos producto de este entorno político, ecológico, económico, social y particular es decir somos la suma de nuestra cultura, nuestro entorno y de cada individuo que interactuó con nosotros.

Las nuevas características  de nuestra sociedad impiden crear un proyecto de nación a través de un modelo educativo, por el simple hecho de que todas las características sociales, económicas y políticas están globalizadas, es decir; los esfuerzos de todo aquel que pretenda aportar dentro de la educación, deben corresponder a formar individuos en una sociedad globalizada. Es innegable que la globalización, reclama innovación en las estructuras y en la acción individual, y tal podría ser el verdadero problema de la globalización: no los medios que se requieren, sino el cambio en las actitudes que exige; es entonces cuando comparece de inmediato la educación. No obstante, esta apelación no despeja los problemas, sino que suscita otros nuevos. El primero y esencial es cómo es que se afrontan las virtualidades educativas ante la educación: no cabe mantener los mismos esquemas pedagógicos, pero tampoco puede admitirse una subversión o “revolución” indiscriminada de los valores subyacentes en las concepciones educativas. Ante todo, se trata de encarar los riesgos de los nuevos retos, aceptando serenamente que las posibles elecciones son inciertas, aunque por otra parte sean insoslayables. La incertidumbre que conlleva el fenómeno de la globalización es un severo obstáculo —afectivo y racional— que sólo puede remontarse abriéndose sencillamente a la búsqueda de la verdad y aceptando humildemente la imprevisión constitutiva de la libertad.

Si cambiamos las concepciones de globalización: cambiaremos las concepciones de educación”. Es absurdo seguir creyendo en la simpleza de un irreflexivo y precipitado optimismo por el cual se espera que la globalización económica dispondrá para los habitantes de la tierra los beneficios que aportará mecánicamente el liberalismo económico. Tan ingenua posición revela una actitud pasiva y miope, que simplemente se limita a aguardar los efectos de la globalización; efectos que se suponen positivos, aunque es imposible saber por qué. En contra de esto, se precisa una actitud activa, seres promotores del cambio y que no se resignen a padecerlo, sino que aspiren a ser sus protagonistas; y efectivamente, esto supone, cuando menos, la disposición a cambiar nuestras actitudes, aptitudes y conocimientos es decir transformar la concepción misma de la educación,  partiendo de la innegable realidad de que la globalización invade no sólo el terreno económico, político, cultural y por supuesto educativo, por lo que hemos de asumir, que dentro de este modelo nos es imposible lograr el desarrollo digno, humano y justo de nuestras sociedades.

Lo que se plantea no es confrontar al sistema con todas sus carencias, el planteamiento base es crear sistemas y sociedades que coexistan con el sistema actual identificando y consolidando territorios en todos los ámbitos desde el físico hasta el virtual.

La raíz de este cambio consiste más que en la variación y modulación de unas actitudes o que en el acopio de unos conocimientos. Ante todo, es preciso reemplazar las expectativas existentes, fruto del paradigma vigente hasta finales del siglo XX y que someramente puede describirse como sigue:

a) la idea de progreso, fundamentada en el racionalismo de la Ilustración, queda confirmada en su aspiración última; pero no así en su dinamismo y su desarrollo, que no consiste en el despliegue de la razón teórica mediante los grandes sistemas de pensamiento político-social, y su culminación en la razón instrumental, vertida en las redes tecnológicas que ponen el medio por encima del fin;

 b) el progreso ha dejado de ser sólo un ideal y se ha hecho realidad social, y —aunque su alcance no sea plenamente universal— ya no es una mera idea que se pensaba, capaz de sustentar un conjunto sistemático de otras ideas; sistema al que se atribuye en sí mismo la virtualidad renovadora de la sociedad. El crepúsculo de las ideologías pronostica el amanecer de la vida social libre, donde las ideas juegan su papel propio, que no es el de integrarse en un sistema teórico que pretende ser rector absoluto del dinamismo social y configurador o troquelador de la realidad personal;

c) el protagonismo del cambio se devuelve al individuo concreto, considerado como persona; las acciones interdependientes que generan los elementos objetivos y compartidos —cultura, leyes, costumbres, etc.— que van conformando la vida social; ésta no es el precipitado de un sistema ideológico, la decantación del sueño de la razón teórica, sino que es la emergencia de las aspiraciones y los fines perpetuos de la condición humana, plasmados por la razón práctica en una situación concreta y particular;

d) se trata, en suma, del despliegue de la libertad humana en la acción personal: esto es, en la actuación individual y social integradas; esto abre un amplio campo a la incertidumbre, como antes se señaló: la libertad puede obtener resultados fecundos, pero nunca podrán ser determinados a priori; las decisiones personales, y no las opiniones de los expertos, son el verdadero motor del cambio en la era de la globalización.

El error fundamental que debe corregirse ha sido denunciado hace años por H.-G. Gadamer: es la visión subyacente a la noción moderna de progreso como un proceso de tecnificación de la vida social: “Si es posible aprehender y calcular relaciones abstractas entre condiciones iniciales y efectos finales, de manera tal que la colocación de nuevas condiciones iniciales tenga un efecto predecible, entonces efectivamente, a través de la ciencia así entendida, llega la hora de la técnica” (Gadamer, 1981, p. 42). La ciencia opera en el ámbito de la razón teórica, regida por la posibilidad de predeterminar las condiciones y los procesos de los fenómenos físicos. Trasladar el esquema del conocimiento científico al conocimiento de la realidad social suspende la acción libre, no sólo en el ámbito moral de las decisiones, sino también en la dimensión técnica y fabril de la acción humana. No se admite entonces que, ante un determinado problema social, caben innumerables soluciones posibles, según el arbitrio de la libertad y la responsabilidad. Se piensa que en el fondo hay una única solución —la mejor— que debe ser formulada y aplicada por el saber científico, proyectado en su implementación técnica.

Hay un peligroso riesgo latente en la noción de modelo: considerar como ideal al mejor modelo, por la pureza de la comprensión que permite. En efecto, puede entenderse más completamente un modelo ideal que un hecho o una acción ejemplar. Ésta se comprende y se estima; pero presenta lagunas o dudas en su explicación para el intelecto y esto implica —una vez más— incertidumbre. La acción o el hecho ejemplar se admiran, pero no agotan su comprensión, ni pueden resolverse las dificultades prácticas que sugiere. Hasta que no se obra, no se conoce suficientemente ni la acción, ni su resultado, tanto en la acción moral como en la actividad técnica o productiva. La cuestión es la referencia racional: o el modelo ideal o la naturaleza ejemplar.

Así lo entiende también Gadamer (1981), para quien “la antigua vinculación de lo hecho artificialmente, artesanalmente, siguiendo modelos dados por la naturaleza, se transforma en un ideal de construcción de una naturaleza realizada artificialmente de acuerdo con la idea. Esto es lo que, en última instancia, ha provocado la forma de civilización moderna en que vivimos: el ideal de la construcción”. Desde la teoría general y abstracta se analiza la situación, se define el problema y se diseña la actividad técnica que lo resolverá; luego sólo queda instruir a los operarios —los profesionales o funcionarios sociales— para que apliquen el constructo científico-técnico. La realidad es así construída, o mejor, reconstruída, purgándola de los elementos disfuncionales que presentaba para la acción técnica de dominio y control. Así se espera ir conjurando progresivamente la posibilidad del error; pero se espera en vano, pues el error es consustancial a la libertad posible, y desvirtúa todo conocimiento y practica de las culturas originales adquirido durante milenios por considerarla disfuncional para el “progreso”.

Este esquema válido para la transformación de la realidad físico-natural, se traslada a la realidad social: “sólo el siglo XX es determinado a través de la técnica de una manera nueva, en la medida en que lentamente se lleva a cabo el traspaso del poder técnico del dominio de las fuerzas naturales a la vida social. (...) No se trata de que nuestra sociedad esté en realidad totalmente determinada por los técnicos de la sociedad. Pero en nuestra conciencia se difunde una nueva expectativa acerca de si, a través de una planificación adecuada, no ha de ser posible acaso una organización más funcional, es decir, brevemente, el dominio de la sociedad a través de la razón para asegurarse una situación social más racional. Éste es el ideal de una sociedad de expertos, en la cual uno se dirige al profesional buscando en él la ayuda para las decisiones prácticas, políticas y económicas. El experto es realmente una figura imprescindible para el dominio técnico de los procesos” (Gadamer, 1981, p. 43).

Estas últimas palabras son el anuncio del inevitable e ineludible fracaso. La racionalidad técnica, personificada en el experto, no puede conmensurar la acción social que pretende dirigir y renovar. El reconocimiento sincero y valiente de tal fracaso abre las nuevas perspectivas para afrontar la globalización. Seguirá habiendo expertos cuyo trabajo intelectual regule y module los elementos económicos, políticos y sociales del cambio globalizador; pero los dictados de su saber teórico y técnico no son la única ni la decisiva fuente del dinamismo social. Por ejemplo, la nueva moneda, el euro, sólo ha podido ser establecida desde el saber teórico —económico, en este caso— de los expertos; pero su afirmación y su implantación sólo han sido posibles por la necedad de los dirigentes políticos en la apertura a las necesidades concretas de la globalización del comercio. A éstos, más que a aquéllos, se debe el euro; y en última instancia se debe aún más a la voluntad libre y responsable de los ciudadanos, pues no en todos los países de la Unión Europea ha podido ser instaurada esta unidad monetaria. Y en el extremo opuesto y complementario están las más de 5000 monedas comunitarias, que como el Túmin en México respaldan un proyecto de economía solidaria, que da forma una alternativa opuesta a la economía oficial. Monedas que surgen de la necesidad y que después son conceptualizadas por la técnica.

En este nuevo paradigma educativo, se vislumbran de nuevo dos vertientes, una, que implicaría generar modelos educativos absolutamente funcionales, es decir, modelos que den servicio a las necesidades del neoliberalismo con una enseñanza básica (muy básica) que dé habilidades y actitudes de servicio, y una formación tecnológica que cubra la mano de obra especializada requerida para el “desarrollo” de un sistema en donde la ganancia nunca pierde, y los trabajadores solo son parte de los insumos.

La vertiente alternativa de este paradigma educativo debe darnos como resultado seres humanos transformadores de su entorno, que tiendan a construir la utopía, que desde mi punto de vista deben ser comunidades autónomas y autogestivas que, desde nuevo territorios, presenten alternativas viables para la vida digna no solo de la especie humana. Para esto se requieren miles de seres humanos, cuya formación los lleve a no necesitar empleo, sino que con su quehacer transformen su entorno como parte de su proyecto de vida y construyan comunidades que den sustento digno a cada uno de sus habitantes. Para formar a estos trabajadores, sin patrón, necesitamos una educación sin escuelas.

La escuela es el espacio físico en donde se mediatizan los saberes, es decir:  la congruencia es el único elemento que “educa” por sí mismo, nuestro entorno nos “educa” desde antes de nuestro nacimiento, con ruidos y emociones que nos codifican, junto con nuestra herencia genética mucho antes de nacer, y una vez naciendo son los miles de estímulos que recibimos por todos y cada uno de nuestros sentidos los que nos “educan”, para cuando llegamos a la escuela ya hemos “aprendido” más del 70% de lo que aprenderemos durante toda nuestra vida, y es ahí en la escuela en donde se nos “enseña” a sistematizar lo que ya sabemos, es decir, a hacer conciencia sobre nuestro conocimiento. El problema radica en que esta sistematización compite en amplia desventaja con el entorno, ya que este está plagado de irrealidades, la estructura valorativa que la fundamenta es diferente en la casa, en la calle, en la televisión, en el internet, en los videojuegos, a lo que el sistema te dice que deben ser los valores dentro de la escuela, la brutal violencia cotidiana, psicológica, económica ecológica y cultural explicita y/o implícita que se vive en todo el territorio nacional rompe con la posibilidad de contar con la actitud para la enseñanza-aprendizaje y el mismo sistema educativo se ha comido su cola, al tener docentes al frente de grupos egresados del mismo sistema. Por un lado el conocimiento mínimo que debieran tener para  reproducirlo es inexistente; durante los últimos años he aplicado a los docentes la misma prueba de evaluación global que se aplica a los niños, de poco más de 1000 maestros ninguno ha obtenido más del 60% de las respuestas correctas. Y hablamos del nivel básico de la enseñanza en donde se presupone que los docentes tienen una minina formación.

En niveles medio y superior tenemos problemas más serios, por un lado los educandos llegan con una alta apatía, muy poco conocimiento base y con muchas menos habilidades, producto de le enseñanza básica, y por otro se encuentran con profesores que no tienen ninguna formación docente, donde la gran mayoría son desechos de la industria, que al no poder desarrollarse dentro de su profesión, entran “aunque sea de profe” a la docencia esperando que pasen los “momentos malos” para conseguir un trabajo “real”.

Las expectativas del egresado y sus familias, van cayendo exponencialmente, conforme se va consolidando el modelo neoliberal, y han pasado de pretender obtener un licenciado o un ingeniero en la familia para salir de pobres, a decidir que el “muchacho” termine su carrera como una cuestión moral “para que no digan que no le dimos estudio” aunque termine haciendo maquila o conduciendo un taxi. Y nos llegan estudiantes de doctorado que no saben leer y su nivel para investigar radica en saber usar el Internet cortar y pegar, con la criminal consecuencia de determinar incluso políticas públicas basadas en estas “investigaciones.

Educación sin escuela.

Entonces, para qué queremos escuelas, si hay un mundo del cual aprender; la educación es un proceso a través del cual se aprenden visiones de mundo en el seno de una comunidad, sea ella la familia o quienes habitan en las cárceles, o militan en una secta o la pandilla barrial o las tribus contemporáneas que han emergido en las grandes urbes; esto quiere decir que las personas se educan al convivir entre sí. De otro lado, la escuela además de ser un espacio físico en donde se asimilan enseñanzas, es también un lugar invisible o indeterminado en el que las personas interactúan y aprenden, sin que necesariamente haya una regulación formal. Se invoca hoy, por ejemplo, la necesidad de qué hacer para que la escuela sea la misma ciudad, entendiendo por ello la disposición de artefactos culturales, como los museos, las bibliotecas, las salas virtuales, los parques tecnológicos, los jardines botánicos, los espacios deportivos… Para entenderlo mejor quizás nos sirva la metáfora “Tu ciudad debe ser una gran escuela”, proclama que tiene la pretensión de hacer de la ciudad un espacio que propicia aprendizajes y que promueve la convivencia y la ciudadanía.

La educación sin escuela, entendida como aquella educación que trasciende el espacio escolar y que renuncia a sus formas regulativas tradicionales (los horarios, los salones de clase, los docentes, los rituales, los currículos, las calificaciones…) para asignar un lugar al trabajo colaborativo de las familias en la perspectiva de la educación de sus propios hijos. Entre los implícitos de la “educación sin escuela” se puede identificar una actitud contestataria e irreverente frente a lo que ha sido la escuela formal, lo cual deviene de una decisión política; tal decisión política es coherente con sectores de las clases medias que a partir de la experiencia propia, la vivida en la escuela, toman ahora la distancia necesaria y le apuestan a modelos de educación más abiertos. La socialización secundaria, como puede inferirse de los planteamientos expuestos por sus autores, no está determinada por la escuela formal sino por el encuentro e intercambio de experiencias entre las familias que han pactado en torno a una educación sin escuela. Dewey diría que esta es la forma más genuina de educar para saber participar en comunidad.

Como podemos ver, lo más importante luego entonces es el medio, no la escuela, la propuesta es que debemos impactar en el medio y transformarlo en un medio significativo para el aprendizaje, debemos trabajar en la estructura valorativa del medio, en la cultura del medio, en la economía del medio, en la ecología del medio, en la relaciones sociales del medio, en el trabajo del medio,  debemos comenzar ya a vivir como si hubiera triunfado lo humano, los digno, lo justo, comenzar a transformar el planeta,  de a poquitos, casa por casa, calle por calle, barrio por barrio, comunidad por comunidad, crear organizaciones territoriales y defender los territorios, con presencia, con cultura, con trabajo colaborativo, y con sistemas microeconómicos que enlazados en una federación de economías solidarias den respuesta a las necesidades del planeta y del individuo.

Pero ¿Cómo se identifican los conocimientos que es necesario aprender, según sean las edades o según sean los intereses de los niños y las niñas? ¿Cómo evaluar o cómo determinar si tales aprendizajes sirven para saber desenvolverse en la vida? ¿Cuáles son las estrategias a las que acude cada familia para sostener un proceso educativo no formal? ¿Qué aspectos de la escuela formal aún permanecen en la educación sin escuela? ¿Cuál es la filosofía que subyace en lo que se denomina “autoaprendizaje colaborativo”? ¿Padres y madres se asumen como docentes en casa? ¿Cómo actúan en la cotidianidad, en espacios distintos a los de la familia, los niños y niñas educados en esta perspectiva? ¿Cómo acreditar los aprendizajes, dado que pertenecemos a una sociedad global de certificados?

Aprendizaje sin educación

Se tiende a asociar el aprendizaje con la educación y a la educación con la escuela y a la escuela con un organismo que regula las conductas y los aprendizajes en un espacio físico concreto.

Si recordamos un poco, descubriremos que hay muy pocas cosas más importantes y significativas que los descubrimientos propios, desde muy pequeños conforme nuestra conciencia sobre las cosas va creciendo en éste extraordinario planeta que nos corresponde resguardar y que es absurdo poseer, nos va maravillando un mundo de cosas increíbles que se nos muestra cada segundo.

Todo lo que le enseñamos a un niño o niña evitamos que lo descubra, que lo aprenda,  es necesario cambiar el verbo enseñar por el verbo aprender, la finalidad última del aprendizaje no es el individuo sino su medio.

Para esto no necesitamos de docentes abnegados y sufrientes que intenten compensar sus carencias con el “amor” a la educación, porque como la hemos demostrado en trabajos anteriores el amor siempre es compensación. Necesitamos humanos éticos, formados en Valores, con principios que correspondan a la nueva moral socialsolidaria construida desde abajo, desde la necesidad misma de la sobrevivencia pero fundamentada en el humanismo, la dignidad, la justicia y la ternura.

Tenemos miles de referentes en nuestras culturas originarias, en donde el aprendizaje se da de uno a uno, dependiendo el interés y las necesidades del medio, la figura del aprendiz se debe recuperar, con la gran ventaja del conocimiento universal y la tecnología, el maestro debe ser un excelente agente motivador del conocimiento y el mejor de su comunidad en su área, para que la congruencia de sus hechos forme, él, es entonces la escuela, y cada rincón del medio debe estar lleno de cultura viva que permee y revolucione de forma permanente su medio, la formación básica es responsabilidad de la comunidad,  y la especialización en el área de interés del aprendiz debe darse a través de la ejecución de un proyecto en la comunidad, creando los mecanismos institucionales para la certificación de aptitudes, actitudes y conocimientos, cuando el aprendiz lo requiera  para efectos externos.

En la actualidad ya existen los instrumentos para la certificación de habilidades y conocimientos incluso a nivel “profesional”  sin haber pisado la escuela. Pero certifican habilidades y saberes técnicos específicos para el funcionamiento del engranaje capitalista. Obviamente estos instrumentos no corresponden a los que requiere un nuevo pacto social que incluya la libertad de las personas y las comunidades a elegir su mejor forma de vida.

Los logros en los individual se deben al gran esfuerzo de ellos y de su entorno inmediato, ninguno son producto de las políticas públicas que debieran existir para éste fin.

Ante la realidad ineludible e imparable de la globalización, los modelos educativos que den forma a los nuevos seres globalizados deben tener un profundo arraigo en las características culturales de su medio inmediato, que les permita aprovechar la abrumadora e inmediatista información y tecnología como medio para la trasformación de su entorno, pero también para la creación de nuevo conocimiento, todo este esfuerzo debe estar basado en la solidaridad para poder contrarrestar el empuje neoliberal. Es necesario entonces reconceptualizar lo que conocemos como educación, debemos reconocer que “la educación” ha dejado de ser “el medio” para la transmisión del conocimiento y que ésta jamás puede ser el fin, debemos cambiar el concepto de educación como instrumento mediatizador del conocimiento, las políticas públicas, coto de poder gremial, guardería ,control del ejército industrial de reserva, etc. Y partir del aprendizaje sin educación y sin escuelas, creando los instrumentos para la certificación y garantizar que quien así lo desee, pueda incursionar en la academia o el mercado laboral nacional e internacional. Y si así lo prefiere seguir en la construcción de su comunidad basada en una Sociedad Solidaria.

“La unidad última del aprendizaje, debe ser la comunidad”.

La vida es una construcción consciente. I.U.

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