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luciana

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A modo de Prólogo

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“Leer Luciana nos lleva a espacios tan dolorosamente conocidos, tan terribles de nuestra realidad nacional, que, cuando el relato se sale de la lógica conocida, cuando comienza a elucubrar sobre qué, cual sería lo próximo que viviría esa joven mujer en manos de cada uno de los individuos que son sus “dueños” en cada uno de los momentos en que su existencia va escalando la violencia, casi parece normal. Es mujer, es joven, es indígena, es pobre, en este país nuestro en el que las mujeres somos desde para el jefe del ejecutivo hasta para el más paupérrimo individuo, entes usables, seres a quienes se puede agredir en cualquier nivel sin riesgo casi de sufrir consecuencias, cuando se reúnen las características de Luciana, ni siquiera serán solamente los hombres quienes pueden ser dueños de ese ser que tiene tan sólo el valor de algo que se usa para limpiar pisos, basta con tener cierto nivel económico y social. Y cierto nivel de miseria humana.

 

Y sí, Luciana, esa mujer joven, indígena, pobre, que sin mayor preparación para enfrentar la vida, en lugar de caminar las calles vendiendo su cuerpo, o tocar puertas para pedir que la dejen limpiar la casa, o tirarse a las vías del metro, se encuentra de pronto ante la realidad de ser miembro del ejército donde es agredida y usada siempre, de las peores maneras en que una mujer, por ser mujer, puede ser usada y agredida. Hasta hacerla perder su condición humana. Su posibilidad siquiera de pensar, de sentir –como no sea el dolor físico que deja de ser importante-, de tener empatía con sus iguales, de tener dignidad.

 

Entre lo que alcanzamos a conocer de la vida en la milicia, lo que vivimos, la información que vamos teniendo a lo largo de la vida, la imagen que aquí se hace del ejército y sus integrantes a sus diferentes rangos y niveles, creemos en la imagen que tenemos enfrente. Así es cómo se desempeñan los militares, así es cómo se fabrican culpables, así es como se “ganan” los ascensos, así es la forma de vida en los cuarteles.

Sí, Luciana es un retrato de este país nuestro en este momento en el terreno en el que se desarrolla.

 

Cuando una lee esta novela tiene ese deseo inmediato de que mucha gente la lea. Pero de que la lea y la asimile y se entristezca y se enfurezca y entienda que es urgente cambiar la realidad que aparece en este retrato. Que es urgente, necesariamente urgente abrir muchos espacios, todos los que sea posible que nos lleven a adquirir todas, todos, como país la conciencia de que las mujeres y los hombres podemos, debemos crecer hasta el tamaño que podemos. Que no podemos dejar que quienes aquí habitamos continuemos nuestras vidas permitiendo que el sustrato de la tierra en la que estamos, en la que vivirá todo lo que amamos siga siendo tan pobre en su sustancia que nosotras, nosotros continuemos agachando la cabeza para asentir, o para no decir nada cuando quien manda tenga como política de estado tratar a las mujeres, a las niñas y sus necesidades como algo sin importancia y que además nos imponga, con mecanismos amañados que no vemos o no nos permitimos ver que sean estos mismos militares los que nos imponen ahora para que decidan y manejen la “justicia”.- Emiliana

Capítulo I- El origen del abuso

            Cumplía el tercer mes de haber llegado a la ciudad y todavía no podía acostumbrarse a que cientos de personas estuvieran  próximas a ella; al subir al metro, Luciana, sentía que no tenía más remedio que cerrar los ojos y resignarse, los primeros días no podía dejar de llorar al momento de sentir tanto contacto sobre su cuerpo, y por la noches eran recurrentes las pesadillas donde era perseguida por miles de manos, en las que siempre aparecía el rostro del maestro Juan, aquél depreciable rostro grasiento, del que salía un pestilente vaho con olor a alcohol y sus grotescas manos, que sobresalían por entre las demás, eran las que la sujetaban, mientras ella en su sueño intentaba gritar con desesperación, sin lograr que de su garganta saliera ningún sonido. Totalmente agitado su cuerpo lleno de sudor se desprendía de la cama violentamente y abría los ojos esperando ver en algún rincón de su cuarto aquel rostro repugnante,  ella sabía que todo había sido un sueño, pero necesitaba calmarse lo antes posible, porque temía que el latido de su corazón despertara a la señora de la casa.

 

            Esa mañana después de preparar el desayuno y dejar limpia la cocina, debía ir al mercado a comprar lo necesario para la comida, cómo todos los días, su patrona, la señora Aurora, le había dado indicaciones precisas de que el mandado se debía efectuar en el mismo mercado en el que su madre y ella habían comprado durante toda su vida. El único problema es que cuando adquirieron esa maldita manía, la familia estaba en mejor situación económica y tenían hasta chofer para hacer las compras, y ahora, en la decadencia de su vidas, había que joderse, e ir en metro todos los días para complacer su capricho. Ya en alguna ocasión Luciana le había intentado explicar a su patrona, que en el mercado de la colonia llevaban las verduras y la carne muy fresca y más barata que en el mercado que ella le pedía que comprara, pero doña Aurora le respondía que ella debía obedecer sin preguntar, que por desgracia ya había perdido demasiadas cosas en la vida, y que mientras ella viviera se seguiría comprando los suministros en el mismo lugar donde lo hiciera con su finada madre.

 

            Y ahora se encontraba ahí en el vagón del metro, con los ojos cerrados, intentado que aquello se terminara pronto, y rogando a Dios que el vagón no tuviera una de esas paradas a mitad de alguna estación, que aunque sabía que duraban sólo unos minutos, para ella parecía que cada segundo era una posibilidad concreta de salir embarazada. Una estación anterior a la que debía bajar, comenzó la monserga de avanzar poco a poco hasta la puerta, la patrona le había dicho que bajo ninguna circunstancia dejara de agarrar la bolsa con las dos manos, que los rateros se valían de miles de trampas, y que era muy común que alguno de ellos intentara conquistarla o que le pellizcara el trasero para distraerla, mientras otro aprovecharía para robarle el mandado, así que no había más que agarrar la bolsa con todas sus fuerzas y empujar hasta lograr salir. Al salir del metro se acomodó el vestido, y se peinó un poco para continuar su camino, esta vez no había sido tan malo, sólo sentía un poco de helado en sus calzones o por lo menos eso creía que era, por lo fresco.

 

            -¿Cómo te fue hoy en el mercado Lucianita, te salió algún galán nuevo?- la inquirió Luis Manuel, el joven mecánico del taller de la esquina por donde debía pasar todos los días. Luciana apresuró el paso para no responder, Luis Manuel no era feo pensaba ella, pero los hombres en general le daban un poco de miedo, al llegar por fin a su cocina se sintió segura, ese era su refugio natural, su espacio, su reinado, ahí podía sentirse feliz y tranquila. Sonó el teléfono y corrió a contestar, porque esa era una de su principales obligaciones, no permitir que el teléfono llamara más de tres veces y contestar invariablemente “Residencia Pérezsalazar, ¿En qué puedo servirle?”, se sintió tan aliviada al escuchar la voz de su madre en el auricular, ahí se enteró que toda su familia se encontraba bien, que les estaba sirviendo mucho el dinerito que les enviaba cada semana. Su madre le pidió que esa semana le mandara un poco más porque Pedro, su hermano menor, necesitaba un libro para la preparatoria, -pero mamá, ¿de dónde te voy a enviar más?, además Pedro ya tiene edad para trabajar- le replicó Luciana -¡Cómo crees hija!, si es un niño todavía, además piensa que él nos sacará adelante cuando sea licenciado- contestó la mamá. -¡Que va ser licenciado ése mamá! si siempre ha sido un burro, debiste apoyarme a mí que puros dieces sacaba, pero me sacaste de la escuela, sólo para meterme a servirle al maestro en su casa y ya ves lo que pasó- al decir esto, Luciana sabía que había ganado la discusión, su madre ya no se atrevería a refutarle nada, por la culpa que sentía al haberla obligado a dejar la escuela, y todo sólo para tener dinero y no dejar de comprar su litro de mezcal que se tomaba  a diario. No habiendo más novedades con su madre, sonriendo colgó el teléfono.

 

            Al concluir su primaria como la mejor estudiante del colegio, Luciana se había hecho la ilusión de ser maestra, cursar su secundaria y su preparatoria en el pueblo y luego entrar a la Normal Superior para graduarse como maestra, pero la necesidad en su casa era más importante que sus sueños y lo que ganaba su padre vendiendo verduras sólo daba para mal comer y no alcanzaba para que ella pudiera seguir estudiando. Por eso cada vez que escuchaba en la radio o en la televisión que la educación era gratuita se le retorcían las tripas de coraje, -que gratuita va a ser- decía -¿y los libros complementarios, las guías escolares, los cuadernos, los lápices, los bolígrafos, el uniforme de diario, el de los lunes, el de deportes, la bata de laboratorio, la flauta de música, las cuotas de mantenimiento, la regla, el juego de escuadras, el transportador?, todo lo que se les ocurra festejar a los maestros: que el día del niño, que el día de las madres, que el día del maestro, que el desfile de primavera, que el disfraz, todo es gasto; y luego que hasta quieren que uno lleve zapatos, como si con los zapatos se fuera a aprender más, con el agravante de tener que comprar todo con la esposa del director si no, no te la valían, que gratuita va a ser, aquí no hay más o se come o se estudia-. Recordaba cómo fue su primera niñez, antes de que despidieran a su padre del trabajo y tuviera que ponerse a vender verduras. En esa época, en su casa nunca faltó nada, vivían modestamente, pero tanto ella como su hermano tenían de todo, hasta se podían dar el lujo de ir de vacaciones, y los domingos nunca les faltaba el salir a dar un buen paseo con cine, palomitas y todo. Su papá trabajaba para la Compañía de Luz, pero todas las desgracias de su casa comenzaron ese día que su padre llegó desesperado; sin mediar ningún aviso, ni negociación alguna, el gobierno se había apoderado de todas la instalaciones de la Compañía de Luz y anunciado que a partir de ese momento, los miles de trabajadores que laboraban en ella, quedaban sin trabajo, muchos de sus compañeros inmediatamente fueron a cobrar las indemnizaciones que les ofreció el gobierno, pero el papá de Luciana nunca cobró nada, porque fue engañado por su líder sindical de que si cobraba ya no habría posibilidad de recuperar su trabajo, y fue ahí cuando empezó con lo de la verdulería,   -mientras se resuelve lo del trabajo- decía.

 

            Cuando tenía 12 años, su padre fue encerrado en la cárcel, se le acusaba de haber matado al cura del pueblo. Nadie supo porqué, pero la madre de Luciana comenzó a tomar mezcal todos los días y se le podía ver llorar largas horas en la tumba del cura que había muerto por 7 puñaladas bien puestas. Al poco tiempo de estar en la cárcel el papá de Luciana amaneció muerto en su celda, dijeron que se envenenó con alguna comida que le habían llevado.

 

             Al cumplir 13 años, Luciana fue llevada por su madre a servir a la casa del maestro Juan, director de la primaria del pueblo, él había convencido a la mamá de Luciana que lo mejor para ella y para su hija, era que trabajara en su casa, que ya no estudiara, que mejor aprendiera a ser mujercita. Él la tendría en su casa como una hija, y así fue que durante los 3 años que pasó sirviendo en aquella casa, no pasó una sola semana sin que fuera violada brutalmente los viernes en la tarde por el maestro, que invariablemente llegaba completamente ebrio, siempre amenazándole con lastimar a toda su familia si alguien más se enteraba de lo que él le hacía. Hubiera seguido así por mucho más tiempo de no ser porque un día la madre de una alumna de la escuela denunció al director ante la justicia, al enterarse que su hija había sido violada por el maestro durante una excursión. Cuando la policía fue a detener al director, él gritaba que la alumna se lo había pedido y que él había usado condón, que no era un maldito que pretendiera embarazarla, el escándalo se desató en el pueblo y la madre de Luciana “corrió a salvar a su hija, sacándola de la casa de aquel depravado hombre” por lo menos eso fue lo que le comentó a las demás mujeres del pueblo, la realidad es que ella pasaba cada quincena a la oficina del maestro a cobrar el pago de su hija y el director siempre le daba “un bono extra” que ella agradecía con fervor sin preguntarle nunca a que se debía aquel bono, tal vez por no querer escuchar la respuesta. Cuando llegó con Luciana a su casa, le pidió que le dijera toda la verdad, que si el maestro Juan la había tocado alguna vez, cuando Luciana le contó todo lo que había vivido durante esos 3 años, la golpeó hasta cansarse, mientras le gritaba que era una puta, que la culpa la tenía ella, por usar eso vestidos tan cortos. Luciana nunca entendió la razón de aquella golpiza y menos cuando era su madre la que le hacía los vestidos zancones -disque para ahorrar tela-. El escándalo se olvidó y el maestro Juan gracias a la intervención de su sindicato, ahora estaba libre y se encontraba a cargo de una escuela en un rancho no muy lejos de su pueblo.

 

             Meses después, llegó al pueblo la señora Aurora, ella iba a visitar a su comadre, la mamá de Luciana, y en su casa se le recibió como si fuera día de fiesta. Ella era madrina de Pedro, la mamá de la señora Aurora había sido benefactora de la escuela del pueblo hasta su muerte, se jactaba de que -gracias a ella esos indios tenían educación- y todo por una pequeña aula que se construyó con su dinero, que por cierto ya no existía, pero que en su tiempo había servido para que la señora se sintiera tocada por la mano de Dios, y se hiciera en el pueblo de todos los ahijados que se le ponían en el camino, a los cuales cada año les regalaba una ropita -como buena madrina-; a la mamá de Luciana le tocó ser uno de esos ahijados. Al pasar el tiempo y por costumbre, cuando nació Pedro, la mamá de la Señora Aurora le pidió a su hija que fuera madrina del niño, sin consultarle a nadie “para que vayas sintiendo lo que es una verdadera responsabilidad”, le había dicho. Y ahora la Señora Aurora sentía que tenía la obligación de ir una vez por año a llevarle algo de ropa al ahijado para cumplir como buena madrina. Esa tarde, cuando se iba la señora Aurora, le dijo con natural benevolencia a la mamá de Luciana que -se llevaría a Luciana a la ciudad para enseñarle a ser mujer y que algún día pudiera tener un buen marido que viera por ella, y que cada semana le daría unos pesos para que le mandara a su familia-, la verdad es que la señora Aurora necesitaba un criada de confianza, porque a la última la había despidió porque le robaba en cada compra, y que mejor que tener una sirvienta de aquel pueblo “que tanto le debía a su familia”, así que con una nueva y casi regalada sirvienta llegó a su casa en la ciudad, la flamante Doña Aurora Pérezsalazar, que debía decir rápido y junto su apellido, para que sonara rimbombante y no reconocer que su madre había tenido el mal gusto de casarse con un Pérez. 

 

            El único entretenimiento que tenía Luciana en aquella casa, era poder ver desde la cocina entreabierta la novela de las 8 de la noche que pasaba de lunes a viernes en la televisión. Era tanta la emoción que le daba, que una ansiedad extraña le recorría el cuerpo, y se le incrementaba conforme se iba acercando la hora de verla, daba gracias a Dios por la sordera de la señora Aurora, ya que tenía que poner la televisión con el volumen tan alto, que podía escucharla perfectamente hasta donde ella se encontraba.

 

            Cada noche viendo aquellos personajes en la telenovela, su mente imaginaba mil situaciones distintas en las que ella podría encontrar el amor de su vida, -si María Cristina había salido del fango del arrabal, para convertirse en la Señora de Barbosa y Valle- ella porque no podía algún día tener una criada que le limpiara los calzones y le sirviera el desayuno en la cama, porque ahora eso de ser maestra, era como un recuerdo de otra persona, tan nebuloso e impersonal que ya no recurría a su mente.

 

            Una mañana mientras preparaba la comida, sonó el teléfono, y al contestar una voz de mujer se escuchó llorar al otro lado de la línea, -¡mamá, mamá!, me tienen secuestrada ¡por favor, haz lo que te pidan!, ¡ayúdame!- entendió apenas entre llanto, para después escuchar una voz grave de un hombre que le dijo: -Si no hace todo lo que le digamos mataremos a su hija, así que no cuelgue vieja desgraciada, que la tenemos bien vigilada…- soltó el auricular y corrió como si el diablo fuera tras de ella, hasta la recámara de la señora Aurora, -¡Señora, señora!, ¡que es un señor el que llama, que tiene a su hija, que la van a matar si no hacemos lo que nos pidan!- gritaba desesperada Luciana, doña Aurora se inclinó despacio y tomó la extensión que tenía en su buró, descolgó el teléfono y contestó: -Está bien mátenla, siempre fue una mala hija- y diciendo esto, colgó sin más, volteó hacia donde se encontraba Luciana y le ordenó: -Si vuelve a llamar esa gente solo cuelga, no escuches lo que digan, y ahora vuelve a la cocina que ya tengo hambre-. Luciana no podía creer lo que había escuchado, la señora había pedido que mataran a su hija, sin más ni más, y ahora increíblemente lo único que le preocupaba era que tenía hambre. Durante algún tiempo Luciana anduvo con miedo por la casa, y por la noches se encerraba con candado en su cuarto, a la señora Aurora la veía con miedo y coraje, no sabía si ir a la policía o salir corriendo de la casa de aquella bruja desalmada, hasta que varios días después, cuando la señora Aurora recibió la visita de una vieja amistad, supo lo que había pasado, la patrona se puso a conversar muy a gusto durante horas con aquella visita, en medio de la conversación la señora Aurora le platicó a su amiga de aquella extraña llamada, y fue cuando entendió que se trataba de unos estafadores que andaban llamando a todas las casas con el mismo cuento, que ya varios vecinos habían caído en la trampa y les habían depositado dinero en alguna cuenta, -pero no habían podido engañar a la buena y santa señora Aurora- pensó. Claro que con el pasar del tiempo también se enteró que la señora Aurora nunca había tenido hijos y que su esposo la aguantó un año, -antes de marcharse a una cruzada de caridad en algún país de nombre extraño donde había perdido la vida por salvar a unos niños-, decía la señora Aurora; la verdad es que su marido la había dejado por una mesera, con la que vivía feliz en compañía de sus hijos en la colonia de junto.

 

            Al año de estar en la ciudad, Luciana se había convertido en toda una citadina, el viajar en el metro ya no le imponía ningún tipo de temor, ya había adquirido toda una suerte de artimañas para evitar a los desgraciados abusadores y por si fallaba, cargaba una buena aguja de zapatero, con la que atravesaba la mano de todo aquel que se atreviera a tocar alguna de sus partes sin su venia, además ya no era tan frecuente que viajara en metro, porque lo que necesitaba para la comida, lo compraba en el mercado de la colonia de junto, y le decía a su patrona que era de “El mercado donde ella y madre han comprado los suministros siempre” acción que además de permitirle quedarse con lo del pasaje, le daba un poco de tiempo para ella y hacerse de algunas amigas y amigos de la colonia.

 

            Luis Manuel, el joven mecánico, para esas fechas ya conversaba a ratos con Luciana que ya no le huía como en un principio, ahora al contrario, ella siempre procuraba pasar por enfrente del taller para tener oportunidad de verle y platicar un rato de cualquier cosa. Luciana cada día se sentía más atraída por Luis Manuel, a veces, por la noches, se ponía largas horas a pensar si sería él, el hombre de su vida, si Luis Manuel era el hombre que el destino le tenía deparado para ser feliz. Y salía a la azotea de la casa a intentar ver alguna estrella con quién platicar, como lo hacía de pequeña en su pueblo, pero casi nunca encontraba ninguna, por lo que mejor optó por conversar con el poste de luz que se encontraba en la esquina de la calle, que al paso del tiempo se volvió su indispensable confesor de penas.

 

            No pasó mucho tiempo antes de que Luis Manuel y Luciana comenzaran a verse a escondidas para cultivar su amor, él tenía 20 años y ella recién había cumplido los 18, nada podía ser más perfecto en la vida de Luciana.

 

            La señora Aurora, cada día estaba más complacida con Luciana, que tenía la casa como espejo, sus comidas a sus horas, no le daba ningún disgusto, y hasta tenía el buen gusto de sacar la basura por la noche ya que ella se había retirado a su habitación para que ella -No pasara el disgusto de tener que ver u oler aquel desperdicio, regresando muy despacito para no espantarle el sueño a su patrona- le decía Luciana. Obviamente lo que sucedía era que Luciana aprovechaba las idas a la basura para ver a Luis Manuel, que a estas alturas ya era su novio. Cada noche los encuentros amorosos fueron tomando más fuerza, hasta el día que Luis Manuel buscó la forma de llevar a Luciana al taller sin que nadie lo supiera. A partir de ese día fueron muy frecuentes las idas al taller por las noches a quitarse mutuamente un poco del estrés del trabajo de todo el día.

 

            Para Luciana el sexo no era todo lo que le habían dicho que tendría que ser, ni todo lo bueno o divertido que veía en la telenovelas que era, para ella era un acto opaco, doloroso y frustrante, pero como a Luis Manuel eso era lo que le gustaba pues ella lo complacía; él nunca le preguntó qué era lo ella sentía, ni si le gustaba o si le dolía, pero que importaba, al fin y al cabo él sería su marido en algún momento y era su deber hacerlo feliz. Ella comenzó a buscar la forma de llevarle el lonche al taller, no quería que pasara ninguna penuria, y sabía que era deber de toda mujer hacer que su hombre permaneciera junto a ella, eso es lo que le decían en la iglesia, lo que decía su madre, sus amigas y hasta en las telenovelas, así que debía ser verdad.

 

            Luis Manuel, cada vez más seguro de la idolatría de Luciana comenzó a tratarle mal, a exigirle mejor comida, que le planchara sus camisas y a pedirle que le buscara sólo a ciertas horas y por momentos cada vez más cortos, a ella nada le parecía extraño, pero era incapaz de reprocharle nada, no podía. Luis Manuel se había convertido en su dueño.

 

            La efímera felicidad de Luciana se comenzó a venir abajo, su madre le llamaba con frecuencia cada vez más molesta exigiéndole el dinero que tenía que mandarle cada semana y que por tener que atender a su hombre como debía, Luciana dejó de enviarle a su familia -¿pero cómo iba a andar su hombre con aquella ropa gastada?- dijo el día que con lo poco que había ahorrado le fue a comprar ropa nueva a su galán, cómo coloquialmente se referían las amigas de Luciana a su hombre. Le preocupaba un poco que su madre hablara con la señora Aurora -pero como a la ciudad no viene mi mamá, y yo soy la que contesta siempre el teléfono, no hay forma de que me acuse- se decía Luciana.

 

            Comenzó a sentir el rechazo de Luis Manuel, ahora era muy rara la vez que se veían por la noche en el taller y cuando lo hacían él siempre quería tomar vino antes de hacerlo, no fueron pocas las noches que pasó en llanto Luciana, aquella mezcla de sexo y vino la hacían sentir las peores cosas. Todo empeoraba, ahora la patrona no pasaba día en que no le recriminara algo, había dejado de ser la esclava perfecta: la ropa no estaba bien planchada, la comida le quedaba salada, los pisos nunca estaban limpios y molestaba mucho en las noches con su llanto.

 

            Una noche que por necesidad extraordinaria tuvo que salir a comprar un foco, porque se había fundido el de la cocina, vio a lo lejos que Luis Manuel iba caminando con otra mujer tomándola de la cintura, al principio pensó que sus ojos estaban jugándole una broma pesada, pero al llegar a la esquina, gracias a la iluminación que emitía su amigo el poste de luz -con el que conversaba en la noches desde la azotea- se pudo percatar de que sí era él, y que iba acompañado nada menos que de Carmela, una de su grandes amigas y estilista de la colonia, -Ahora entiendo porque este desgraciado anda siempre muy bien peinadito- se dijo en voz alta, al tiempo que apresuraba el paso hacia dónde se encontraban los felices infieles. Casi tuvo que correr para poder alcanzarlos antes de que se metieran al taller, al llegar a ellos tomó a Carmela de los rubios cabellos oxigenados y la tiró al suelo, al tiempo que la montaba cual mula, para propinarle una nutrida tanda de bofetadas, tan sonoras que los vecinos se acercaron a ver “por qué aplaudían”. Luis Manuel sonriendo, se limitó a observar aquel concierto de percusiones, interpretado en un extraordinario solo de tambor, cuya excelente sonoridad se debía a la piel de porcino con que el instrumento estaba recubierto. El concierto terminó cuando agotada, Luciana dejó de abofetear la cara de Carmela que de tan hinchada era difícil distinguir en donde había quedado la nariz, se levantó y se plantó enfrente de Luis Manuel al que le dijo: -si quieres a Carmela ahí está, ya te la dejé bien blandita, de ti ya me encargaré cuando me sienta más fuerte-  y sin más se alejó ante la risa y el murmullo de los presentes.

 

            No faltó la cristiana vecina comunicativa que le contó con lujo de detalles el incidente a la señora Aurora, que enfurecida le gritó a Luciana de todo y más, le dijo que ella no podía permitir que su servidumbre se viera envuelta en esos escándalos, que qué iban a pensar lo vecinos de ella, que su familia por más de cien años había estado en ese lugar y que nunca habían sido objeto de ningún escándalo, y que ahora ella, una sirvienta de pueblo, venía a manchar su inmaculada moral. Luciana no pudo contenerse más, era demasiado el rencor y el coraje que había acumulado en 2 años al servicio de aquella bruja, y casi sin darse cuenta, su voz comenzó a sonar: -Vieja hipócrita, usted lo único que quiere es buscar indias para que le sirvan de esclavas y no pagarles más que una verdadera miseria, con razón la dejó su marido, y ya me platicaron el escándalo que se armó cuando se fue con la del restaurante, de cómo usted, fue a chillarle de rodillas que no la dejara, a mí por lo menos me queda mi dignidad, jamás le rogaré a ningún hombre y quédese con su infeliz empleo que ya buscaré yo como ganarme la vida- y diciendo esto se dio vuelta, dejando a aquella mujer que en segundos había envejecido un siglo. 

 

            Luciana se encontraba ahora con su maleta en la calle, y el orgullo bien puesto, pero no tenía la más remota idea de a dónde dirigirse, no podía regresar a su pueblo, ella ya no pertenecía a ese lugar, caminó durante un rato alrededor de un parque hasta que sin sentirlo cayó desmayada.

 

            Cuando despertó se encontraba en un hospital, dónde una amable enfermera se le acercó sonriente, y le dijo: -no te preocupes, estás en un hospital, aquí te vamos a cuidar bien-  -¿y mi maleta?- preguntó Luciana -aquí no llegaste con ninguna maleta, te trajeron los de la policía, que te encontraron en el parque desmayada y sangrando-  -¿y que tengo, porque estoy aquí?-, -desafortunadamente tuvimos que hacerte un legrado, cuando te trajeron estabas con mucho sangrado, el feto tuvo que ser extraído, pero eres joven ya podrás tener más hijos- le dijo la enfermera de una forma tan amable que parecía que le estaba dando los buenos días.  Luciana soltó en llanto, ahora su única pertenencia en la vida, era ella.

Capítulo II - El Ejército

           Antes de llegar a la entrada del Metro, se quedó observando a todas aquellas personas que pasaban por aquel paisaje gris, vio con detenimiento cada detalle de algunos de ellos que escogía al azar, -esta muchacha de azul, seguramente va a comprar algo, nada más hay que verle esa mirada alegre, ahora sonrió, entonces son zapatos lo que se comprará, aquel joven de mezclilla con cara de bobo y mochila no tiene otro lugar al que dirigirse sino es la universidad, la señora del vestido verde se ve que va a pagar algo por la cara de enojada que tiene, me parecen todos de mentiritas, es cómo estar viendo la televisión- se decía Luciana, que tenía más de 2 horas en el mismo sitio, porque al no tener a donde ir después de salir del hospital, le daba lo mismo estar en cualquier lugar, había dejado la desesperación y el llanto atrás, sabía que eso no le llevaría a ningún lugar, además ya nada le importaba, su único interés era escoger la estación del Metro donde saltaría enfrente del vagón para acabar con su existencia, había estado 10 días en el hospital, porque se le había complicado lo del legrado y los médicos “por falta de tiempo” le habían sacado los ovarios y la matriz, -para no andarle buscando que tiene y para no fallarle, pues lo mejor es sacarle todo, al fin y al cabo le hacemos un favor porque es una india que no tiene como mantener una criatura- escuchó Luciana decir a uno de los doctores en medio de la anestesia, el día que le hicieron la histerectomía en el hospital del Estado sin consultarle.

 

         -Aquél señor de bigote va a ver a la novia, porque va muy arregladito, es increíble ¿de dónde saldrá tanta gente?, pero si son miles y miles y a ninguno le importa mi vida, y mucho menos le importará mi muerte, bueno tal vez a algunos si les importe, y es a los que haré que les detengan el vagón a mitad de alguna estación y que algunos hombres aprovecharan para molestar a alguna muchacha y todo por mi culpa, mmm…está bien que molesten a las mujeres, por idiotas, creídas y confiadas, pero a los que si le va a importar de verdad mi muerte y mucho, es a los que tendrán que limpiar todo el reguero que quedará de mí por todos lados, pero ni modo, yo ya limpié lo de otros muchos años, ahora le tocará a otros limpiar lo mío- pensó Luciana antes de comenzar a caminar hacia la entrada del Metro. Había avanzado apenas unos pasos cuando de pronto escuchó una voz por entre las demás, -Ven aquí, tu patria te necesita, somos la suma de fuerzas, nuestra misión es la igualdad- era una joven atractiva que vestía un elegante uniforme de Soldado que justo en la entrada del Metro repartía volantes a las chicas que entraban. Se le acercó y le dio un volante al tiempo que sonriendo le decía -juntas podemos todo-, Luciana se quedó sorprendida de la afinidad que sintió con aquella mujer al instante, y sin pensarlo mucho se acercó a un pequeño módulo que tenían instalado, al llegar le invitaron a sentarse, y con mucha claridad y calma le explicaron que si se enlistaba en el Ejército tendría asegurado su futuro, que la paga es de lo mejor y que se cuenta con todas la prestaciones, que si quería podía estudiar y aprender muchas cosas, desde ser enfermera hasta pilotear un avión, que de ella y su empeño dependía hasta donde podía llegar. Luciana no era ninguna boba, ella bien sabía que era lo que hacía el Ejército, si en la noticias bien que se oía el pleito que traían con los narcotraficantes y que a cada rato se andaban matando entre ellos, y además recordaba muy bien que cada vez que llegaban a su pueblo se tenían que esconder las muchachas porque se las llevaban a sus campamentos, y a los muchachos los secuestraban por “parecer sospechosos” y los usaban para divertirse con ellos, haciéndolos sus esclavos, y si se les presentaba la ocasión pues los acusaban de complicidad con algún narcotraficante o simplemente, no se volvía a saber nada de ellos por el pueblo.

 

          Pero en este momento de su vida nada de eso le importaba, lo único que comenzaba a sentir era hambre, así que si le ayudaban con eso ella podría ser una Soldado del Ejército Nacional, total para morir apachurrada por el Metro a morir por una bala daba lo mismo. La Soldado a cargo de aquel módulo le explicó que si compartía los valores del Ejército no habría ningún problema en ser aceptada de inmediato.

 

          Corazón, lealtad, solidaridad, disciplina, seguridad, confianza, protección, honradez, rectitud, integridad, valor, respeto, constancia, compromiso, honor, responsabilidad, compañerismo, trabajo, esfuerzo, unión, son los valores que debía tener para estar en el Ejército, Luciana le dijo a la reclutadora que sí, que compartía todos esos valores y los demás que le pidieran y que si en ese momento le daban algo de comer se podía incorporar y que con gusto aceptaba. La Soldado reclutadora le ofreció una torta y se sintió verdaderamente aliviada al escuchar aquellas palabras, su Sargento le había advertido que si no llevaba ese día por lo menos a una recluta, ella sería castigada severamente, ya que durante las últimas semanas no habían podido reclutar a nadie debido al deterioro permanente de la imagen de las Fuerzas Armadas en el país, por sus constantes abusos a la población y por la cantidad de muertos que caían cada día abatidos por los narcos, que si bien no salía nada en los noticieros si se oía entredecir a la gente.

 

          Esa tarde al regresar al cuartel, la brigada de reclutamiento llevaba 2 nuevas reclutas, Luciana y Genara. Genara era una joven un año mayor que Luciana y al igual que ella provenía de un pueblo indígena del interior del país, que guardaba celosamente sus tradiciones, y una de ellas era que cuando se casaba una mujer, eran los papás los que decidían con quién debía casarse, y esto dependía únicamente de la dote que dieran a los padres. Ancestralmente la dote se daba en vacas y gallinas y el esposo debía ser de la misma comunidad pero ahora con la modernidad, ya no importaba de donde viniera el hombre, siempre y cuando diera lo suficiente en dinero o en especie a la familia, y así un mal día, cuando contaba con sólo 14 años, pasó por su pueblo un hombre que le dio 5 mil pesos a sus padres por ella y ella se tuvo que ir con aquel extraño sin protestar o hacer preguntas. Al llegar a la ciudad aquel hombre la puso a trabajar en las calles como prostituta, trabajo que desempeñó hasta ese sábado, día en que amaneció muerto su dueño y ahora a sus 19 años no tenía más remedio que seguir de puta, regresar a su pueblo a ser vendida de nuevo o entrar al Ejército, así que aquí estaba dispuesta a ser toda una Soldado.

 

          Se presentaron ante el Sargento que las inspeccionó visualmente, y con una mordaz sonrisa se dirigió a la Soldado que las había llevado, -se ven bien las nuevas reclutas, la felicito-, -mi Sargento tengo algo que decirle pero no se me vaya a enojar, me traje a estas porque usted me ha dicho que jale con lo que encuentre, pero ninguna de las dos tiene documentos-le dijo la Soldado preocupada, -no se preocupe que aquí ya nos encargaremos de esos pequeños detalles, lo importantes es que quieran pertenecer al glorioso Ejército Nacional- contestó el Sargento entre dientes.

 

          En el cuartel se corrió inmediatamente la voz de que había llegado “carne fresca”  y el Teniente responsable del área de reclutamiento inmediatamente se hizo presente, él fue designado como tutor responsable de los nuevos reclutas, responsabilidad que se le había conferido por parte del alto mando para evitar los permanentes abusos a los nuevos miembros de la Armada. Al llegar le pidió al Sargento que se retirara, que él se haría cargo de las nuevas reclutas -haber reclutas, firmes… ¿qué es eso? les digo que firmes- les ordenó y al ver que ninguna de las dos sabía que era lo que les estaba diciendo, se acercó a cada una de ellas y con sus propias manos acomodó cada uno de los centímetros de aquellos cuerpos, hasta que hicieron exactamente lo que él quería.La cantidad de abusos, violaciones, vejaciones y maltrato del que fueron objeto las nuevas reclutas durante los 6 meses de entrenamiento militar en aquel campamento, sólo era comparable con lo que les había tocado vivir durante los 6 años anteriores a su llegada al cuartel.

​

          Durante una noche de luna llena, Luciana y Genara tuvieron un respiro, a los hombres de su brigada les habían dado dos días de descanso y pudieron conversar con calma sobre las cosas que les preocupaban, lo de ser violadas y maltratadas cotidianamente ya no era parte de sus preocupaciones, en una noche anterior ellas habían llegado a la conclusión, de que así era la vida realmente para las mujeres y que todo lo demás que se oía y se decía en la casa, en la calle y en la televisión, era como las películas, puras cosas de mentiritas, como los cuentos de cuando eran niñas, eran sólo historias bonitas para que las mujeres no se suicidaran a temprana edad y diera tiempo para que llegaran a la edad reproductiva para poder tener hijos y que el mundo no se acabara.  Ahora su preocupación era sobre cosas realmente importantes, como el que no era posible que a las de la brigada 4 ya les hubieran dado traje de gala y ellas que trabajaban más y aguantaban a más hombres en su brigada, le dijeran que se los darían hasta fin de mes, pero eso se debía seguramente a que Luz “la bonita” de la brigada 4, era la que atendía personalmente al Capitán; el otro tema que les preocupaba ahora que habían terminado su entrenamiento básico, era cuando sería que por fin las dejarían ir a matar a los cerdos narcotraficantes. Después de una larga hora de elucubraciones decidieron ir a descansar, ahora que lo hombres de su brigada no estaban, podían dormir a sus anchas sin tener que aguantar a ninguno de ellos.

 

          Luciana se mostró un poco sorprendida ante la orden que estaba recibiendo en ese momento de parte de su superior, no entendía por qué debía poner unas gotas de ese frasquito en el agua de las aspirantes a enfermeras militares recién llegadas al cuartel, y además la orden era que lo hiciera sin que se dieran cuenta, -pero mi Sargento, ¿esto no será algo malo, verdad?- le preguntó un tanto preocupada a su oficial, -¡cuántas veces le debo decir que usted, no está aquí para preguntar, pensar o creer nada!, ¡usted está aquí para obedecer!, sólo sus superiores saben que es bueno y que es malo, ¡al Ejército no se viene a pensar, se viene a obedecer!- le contestó al tiempo que la empujaba con violencia haciendo que perdiera el equilibro y cayera al suelo, pateándola en el pecho. Luciana se incorporó rápidamente y se cuadró sin hacer más preguntas.

 

          Al otro día se escuchó el rumor que un grupo de Soldados se había metido al dormitorio de las enfermeras nuevas y que habían hecho con ellas de todo, sin que las jóvenes aspirantes a enfermeras se quejaran en lo más mínimo, por lo que se ganaron el mote dentro del regimiento de “las calladas”.

 

          Una de las calladas, era la Sargento primera Simona, que sabiendo cómo eran las cosas en el Ejército, no se atrevió a denunciar nada de aquel crimen, donde las drogaron y después las violaron totalmente dormidas. Los malditos, habían tenido el descaro de dejar los condones en la cara de cada una de ellas, que fue lo primero que vieron en el momento en que se despertaron. Era mucha su frustración y coraje, de forma oficial no podían hacer nada, pero la Sargento se dio a la tarea de investigar todo sobre aquel evento, no le fue difícil encontrar el hilo de aquella madeja, dado que los violadores se jactaban abiertamente de su fechoría y no pasó mucho tiempo en que se enterara quién había sido la responsable de haberlas drogado.

 

          Esa mañana le llegó la orden a Luciana de presentarse a un examen físico al ala de enfermería, en cuanto pasó por la puerta del consultorio Luciana fue maniatada por 4 enfermeras, advirtiéndole que de gritar le harían mucho daño. Luciana se encontraba tranquila no entendía que era lo que estaba pasando, aquellas enfermeras de seguro lo único que querían era golpearla para divertirse pero, ¿Por qué la amarraban? La Sargento Simona le informó que ya sabían que ella era la que las había drogado y que ahora era tiempo de que pagara su crimen, que le inyectarían una droga no para que se durmiera, que le inyectarían una droga para que no pudiera estar tranquila, ni haciendo el amor con un caballo, Luciana seguía tranquila, y con toda calma le dijo a la Sargento que si esas eran sus órdenes, que ella las obedecería. Todas las presentes no podían entender ni la tranquilidad ni la respuesta de la Soldado, sorprendidas la soltaron y observaron con miedo y curiosidad, realmente estaba diciéndolo en serio, la Sargento Simona al darse cuenta de aquella actitud le preguntó: -¿Por orden de quien nos drogaste?-, -yo no le puedo contestar nada mi Sargento, es una orden que recibí- contestó Luciana, la Sargento quería entender cómo funcionaba la mente de aquella muchacha, y le preguntó: -¿entonces si yo te doy la orden de matar a alguien tú lo harías?- -por supuesto que sí mi Sargento, usted es mi superior y le debo obediencia, a mí no me toca pensar o decidir qué cosa es buena o mala, a mí me corresponde obedecer-. -¿Fue tu Sargento el que te dio la orden? preguntó la Sargento Primero, Luciana permaneció callada, -te lo voy a preguntar una vez más, y considera que te estoy dando una orden y tu deber es responder, además mi grado es superior al de tu Sargento que sólo es un Sargento Segundo, así que dime ¿fue él, el que lo ordenó?- -sí mi Sargento fue él quien me ordenó que les pusiera unas gotas de un frasquito en su agua, sin que se dieran cuenta, y eso hice- le respondió Luciana, a lo que la Sargento le contestó: - pues ahora escucha bien la orden que te daré…-

 

          A la mañana siguiente, el escándalo en el cuartel era mucho, todos los oficiales estaban en una reunión urgente y los Soldados del regimiento no paraban de comentar lo sucedido, ya que los varones del pelotón de Luciana, incluido su Sargento, habían amanecido “empalados” es decir, a todos los encontraron desnudos, amarrados en pares y de espaldas unidos por un palo que llevaban ensartados en el ano, de tal suerte que si alguno hacia algún movimiento intentado zafarse lastimaba más al compañero de desgracia. El cuerpo médico que acudió a auxiliar a los pobres infelices sólo atinó a comentar “lo bueno que quien lo hizo uso condones, porque eso les evitó más daño”.

 

          Después del escándalo, que se dio por aquel hecho, el cuartel ya no fue el mismo, la mitad del pelotón de Luciana se dio de baja y a la otra mitad los cambiaron de destacamento, entre ellos al Sargento, que desde ese evento fue conocido como el Sargento “Balero”. Luciana y Genara fueron asignadas a tareas de reclutamiento en diferentes cuarteles, con la consigna de que si se contaba algo de lo sucedido se les formaría corte marcial por traición, y a cambio de su discreción les fue otorgado el grado superior inmediato por su servicio a la patria, así que Luciana llego a la IV región militar con el grado de Cabo.

 

          Instalando un pequeño módulo en la macro plaza de la ciudad, se dispuso con las Soldados a cargo, a distribuir una serie de volantes, entre las mujeres que pasaban por ahí, que al ver aquel papel reían y se alejaban sin querer saber del asunto, Luciana no se explicaba eso de la risa, si entrar al Ejército era cosa seria.

 

          En días anteriores, llegó con tanto ánimo al nuevo cuartel, donde pensaba que, ahora sí se habían acabado los malos tratos, por fin podía ser ella la que mandara, porque ya tendría a algunos esclavos a su servicio. La primera semana le asignaron la tarea de hacer una campaña de reclutamiento de mujeres en aquella ciudad, no le dieron ningún material ni idea de cómo hacerlo, así que se puso a idear un volante que tuviera una frase que llamara la atención de las mujeres y les hiciera querer entrar al Ejército, ahora ya se podía permitir tener ideas, ya tenía grado -se decía ella-, con recursos propios imprimió mil volantes que en letras muy grandes decían “Mujer ven al Ejército, aquí te haremos hombre”.

 

          En el cuartel ya se habían enterado de la “puntada” de aquella nueva Cabo, -seguramente la mandaron de la capital para acá por revoltosa, pero aquí le vamos a quitar lo ocurrente, ya verá,- y así fue, en cuanto llegó a reportarse al cuartel ya le esperaban para enviarla a un calabozo improvisado que tenía aguas negras a lo menos de 30 centímetros de alto y en el que tuvo que estar a pan y agua durante 2 semanas, ella no entendía que era lo que había pasado, si sólo había cumplido con la orden de su superior a cabalidad y con gran éxito ya que había llevado a 5 nuevas reclutas, -tal vez lo que pasó es que al Mayor aquí no le gustan las mujeres tan robustas que traje, pero no es mi culpa que las bonitas no quieran entrar al Ejército, y estas que traje se ven bien fuertes, además si no las quieren, eso debe ser algún tipo de discriminación-, se decía Luciana, en aquel apestoso hoyo.

 

          Al terminar su castigo se presentó ante su superior, quien le pidió una explicación de su actos, ella le informó de todo lo que había hecho y como su campaña había tenido mucho éxito ya que había conseguido 5 nuevas reclutas. Aquel Sargento no podía creer que realmente la Cabo no supiera que había hecho mal, así que se concretó a decirle, que ella no podía usar ningún material que no fuera autorizado por el Ejército, que ella estaba ahí sólo para recibir órdenes, que no debía pensar, ni tener ninguna idea que no fuera otra que la que su superior le indicara.

 

          Las siguientes semanas fueron de entrenamiento, era evidente que en cualquier momento le pedirían que fuera al frente a acabar con el enemigo. Su entrenamiento consistía en la parte física en incrementar su velocidad, su resistencia y su fuerza y en la parte sicológica, debía fortalecer su nacionalismo, su disciplina, su obediencia y su lealtad. Para los encargados del entrenamiento, era tan difícil lograr el condicionamiento total en cada miembro de las Fuerzas Armadas, debían conseguir que bajo toda circunstancia pudieran responder con fuerza extrema ante el enemigo, la finalidad de todo Soldado era matar antes de ser muertos, existía la premisa de que todo Ejército es entrenado para la guerra, y existe con la única finalidad de tener la fuerza bruta necesaria para aniquilar al enemigo, quien quiera que sea este. y el enemigo lo determinaban los superiores, aquí no se permitiría a nadie actuar a medias, para un Soldado siempre es todo o nada, jamás se le podrá pedir a un Soldado que aplique fuerza moderada, o que repriman su reacción, porque han sido entrenados para matar, esa es su única función. Y aquí la guerra era contra el narcotráfico que había emprendido el Ejército por orden nada más ni nada menos que del Presidente que era el Jefe Supremo de todas las Fuerzas Armadas, y todos ellos no debían sino acatar esa orden, el campo de esta guerra era cualquier rincón de su patria y la orden era una sola: matar o morir.

 

          Luciana estaba muy clara de que necesitaba dar lo mejor de sí, que en cuanto la enviaran al campo de batalla debía ser la mejor, que sus superiores tenían que sentirse complacidos con su desempeño, necesitaba quitarles aquella rara idea de que a ella le gustaba desobedecer o hacer sólo su voluntad, como extrañamente había escuchado que decían, y todo por aquella estúpida campaña de reclutamiento, eso le pasaba por querer pensar, si eso no le correspondía a ella, aunque a finales de ese año se sintió muy satisfecha cuando le mandaron llamar para mostrarle un cartel en color violeta de la campaña oficial de reclutamiento femenino que textualmente decía: “Mujer de hoy, únete a las Fuerzas Armadas en el Ejército te haremos un hombre, sé un profesional con futuro” -Seguro que lo hicieron por el éxito de mi campaña de reclutamiento- pensó.

Capítulo III- Descarga su arma al pasado

            Luciana se encontraba leyendo el periódico con toda calma mientras tomaba su café en aquél puesto de control en la carretera a la que fue enviada, su guardia había concluido y se sentía satisfecha de saber que durante su turno ningún infeliz enemigo había pasado por su retén. Le llamó la atención una nota del periódico donde cuestionaban al Secretario de Defensa, la nota decía:

 

            “En otro caso más de lo que el General Secretario de la Defensa Nacional, calificó de “daños colaterales” cada vez que civiles son muertos por efectivos del Ejército en operativos anti narco o en retenes militares, reales o aparentes, una familia que circulaba en un vehículo particular fue baleada anteanoche por Soldados en un municipio de la zona metropolitana, en el que el padre y un hijo menor de edad fueron abatidos y seis personas más, entre ellos otros dos niños, resultaron heridos.

 

            Igual que en casos similares ocurridos anteriormente -como el de los estudiantes de postgrado y el de dos pequeños de 5 y 9 años, muertos por Soldados en una carretera de la frontera-, el Ejército emitió un comunicado oficial en el que lamentó lo ocurrido, expresó sus condolencias y ratificó “su compromiso con la ciudadanía de actuar con estricto apego al Estado de Derecho y respeto a los derechos humanos”.

 

            Contra lo que inicialmente se informó, en ningún momento esa dependencia reconoció que se haya tratado de un error, como lo señaló el Presidente, quien también lamentó lo sucedido e intentó justificar la acción de los Soldados al señalar que “su tarea es estar en el retén y que ningún vehículo pase sin ser revisado”.

 

            De acuerdo a las primeras versiones, el conductor del vehículo en el que iba la familia, no se detuvo en el retén militar cuando los Soldados le marcaron el alto, lo que originó una persecución por un convoy del Ejército, cuyos tripulantes, al alcanzarlos, abatieron a aquél hombre de 52 años y a su hijo de 15. La madre de éste, su hermana, de 24 años y su esposo, así como dos hijos de la pareja, de 7 y 8 años, quedaron heridos.

 

            Entrevistado telefónicamente, para este diario, el hijo y hermano de las víctimas aseguró que no había ningún retén militar como se informó y que él tenía entendido que los Soldados disparan cuando están bajo amenaza, lo que no ocurrió en el caso de su familia.

 

            Estos nuevos “daños colaterales”, vuelven a colocar a efectivos del Ejército en el blanco de críticas como las que han estado recibiendo por los excesos a los que llegan de disparar por disparar y matar a civiles, a los que suelen confundir con “narcotraficantes”.

 

            Así fue con los estudiantes del Tecnológico, a los que en principio tildaron de “sicarios” tras aquél enfrentamiento en el interior de esa institución en la capital y con los niños que resultaron muertos en el interior de la camioneta en la que iban con sus padres por la carretera cerca de la frontera norte tras cruzar un retén militar sin detenerse como supuestamente se les ordenó, versión que fue reiteradamente negada por la madre de los pequeños.

 

            Nerviosismo, temor o sea lo que sea que motive que los Soldados incurran en ese tipo de “confusiones”, genera que cada día se incremente el número de civiles que muere a manos de ellos, en retenes, carreteras o ciudades y que deja claro que no son solamente integrantes de bandas criminales, como oficialmente se insiste en señalar.

 

            Hechos como el ocurrido anteanoche o los registrados anteriormente en la misma capital o en carreteras y ciudades de la frontera, que parecen ser estados sin ley ni autoridades estatales ni municipales, vuelven a ubicar al Ejército en el ojo del huracán de acusaciones y críticas de la población civil, por más intentos de justificación que se hagan sobre errores que ni siquiera son capaces de admitirse.

 

            Sabemos que la investigación de esta agresión y asesinato militar a esta familia va a resultar como la de lo sucedido a los estudiantes de excelencia del Tecnológico o lo que pasó con los culpables del asesinato a los pequeños de 5 y 8 años, donde difícilmente se podrá esperar que haya justicia.

 

            A este paso, el Gobierno no tendrá que preocuparse de que bajen las muertes de niños y jóvenes por el consumo de drogas en el país ya que aquellos niños y jóvenes que ya no mueren por drogarse gracias a los esfuerzos de la lucha anti narco, son compensados con creces por los que matan accidental y colateralmente en los retenes militares.

 

            De lo que sí estamos seguros, es que el Ejército está entrenado para matar al enemigo y cuando lo ponemos a interactuar con los ciudadanos, pues el enemigo es el pueblo, y  la presencia del Ejército en las calles seguro que no nos da seguridad, pero sí mucho temor”, concluía aquél artículo. Luciana se quedó observando la foto de aquel reportero un momento, y pensó: –¡si llego a encontrar a este desgraciado por aquí, me lo quiebro!, nadie le habla así a mi General, si tiene miedo ha de ser por algo que hizo, sino ¿por qué más?, todavía que los cuidamos y les damos seguridad para sus familias se quejan, además cuantos mocosos no se mueren todos los días hasta de hambre, si aquí mismo dice junto a esta nota que ya son 110 millones de pobres en el país y que sólo en el tiempo que lleva este Presidente han surgido 40 millones de miserables más y de eso que es más canijo nadie dice nada, seguro que se mueren más niños por hambre que los que matamos, pero si nosotros matamos alguna familia de narcotraficantes, ahí sí están echando pleito, porque lo que no dicen es que esos niños iban armados, sino porque creen que les disparamos o pensarán que estamos locos, pero deberían traer a ese que anda escribiendo, a una guardia y que le toque una como aquella donde se echaron a 12 compañeros en el sur, que por andar comiendo camote llegaron los narcos y los madrugaron a todos y haber, ¡¿por qué ahí nadie sale a defendernos?!, si este país está lleno de puros ingratos hijos de la chingada–  aventó el periódico y se dirigió al puesto de control, al que llegó gritando: –¡a ver tú, González!, váyase para allá atrás que yo me quedo aquí a cargo–,  –si mi Cabo–  le contestó aquel Soldado que al llegar a donde le pidieron que se colocara, le comentó al Soldado que estaba ahí,  –anda como encabritada la Cabo, acaba de terminar su guardia y ya se puso otra vez ahí adelante–.

 

            Luciana estaba muy pensativa mientras veía pasar los carros, ella era quién indicaba a qué auto había que revisar y a cuál se le dejaba pasar, así que no se le podía pasar nada. Recién había dado la señal de paso cuando se sorprendió brutalmente de lo que vio adentro de un auto, sin pensarlo dio la voz de alarma y comenzó a disparar hasta que acabó con toda la carga de su arma sobre los tripulantes de aquél vehículo, secundada por los más de 30 Soldados dispuestos en aquel retén, no dejando a ningún sobreviviente en el interior del auto.  

 

            Pasada la sorpresa, se acercaron al auto, y vieron que se trataba de una familia: el papá, la mamá y un bebé de meses, pero ¿qué fue lo que pasó? se preguntaron todos, a lo que la Cabo les respondió: –ese tarugo de González, que me hizo la seña de que venían armados, y como les hicimos el alto y no se pararon, pues ellos tienen la culpa, no son más que otros daños colaterales, arréstenme a ese González, por si hay investigación–; y diciendo esto, ahora sí se retiró a descansar totalmente feliz y satisfecha, como hacía muchos años no se sentía, por fin la fortuna le había dado la oportunidad de cobrar una de las que le debían. Se recostó en su hamaca, al tiempo que decía en voz baja –ahora sí Luis Manuel, quiero que te sigas revolcando con esa, a ver si en el infierno te dejan–.   

 

            Aquel acontecimiento provocó una alerta extrema entre las fuerzas armadas, la campaña contra el Secretario de Defensa era muy fuerte por parte de la prensa, así que era prioritario que el incidente no fuera considerado como un error más del Ejército, enviaron a los especialistas en encubrimientos y escondieron aquella masacre, con un sistema que tenían bien aprendido.

 

            Desde el inicio de la campaña antiterrorista iniciada por el Presidente, los Diputados de oposición en el Congreso habían aprovechado para tirarle con todo al Ejecutivo, debido a que los retenes violaban los derechos fundamentales de las personas y su libre tránsito y aunado a que las funciones del Ejército según la Constitución debían restringirse en tiempo de paz a maniobras militares dentro de los cuarteles. Y cómo a partir de la ocurrencia del Presidente, los tenían haciendo las funciones de la policía bajo el argumento de que el nivel de corrupción de los cuerpos policiacos era irreversible, los Generales habían dispuesto planes de contingencia para calmar cualquier situación de escándalo social por algún “daño colateral” que provocara su acción en el camino del cumplimiento de su deber, por lo que tenían en las prisiones militares siempre decenas de narcotraficantes menores y algunos de medio pelo, proporcionados por los mismos jefes de las mafias, a los que usaban  dependiendo las necesidades del servicio, es decir; como en este caso que llevaron a algunos de los narcotraficantes de poca monta al sitio de la masacre, los mataron en el lugar y acomodaron todo para que pareciera que fueron ellos los que masacraron a la familia, y que el Ejército en su acertado y oportuno actuar, había logrado darles alcance y en un enfrentamiento lograron abatir a los peligrosos delincuentes, que después se encargarían de presentar ante la prensa como que el que comandaba a ese peligroso grupo de narcotraficantes, era el “número dos” de algún cártel equis, dependiendo el que estuviera de moda. Luego se encargarían de involucrar a algún miembro de la familia masacrada en negocios con los narcotraficantes. En otros casos cuando necesitaban hacerse algo de aceptación pública por estar pasando algún momento de mucha presión social, sacaban a estos narcotraficantes de medio pelo, y llevaban “camarógrafos y reporteros” y montaban una producción un poco más complicada, porque todo debía parecer como si pasara en vivo, donde por suerte el Ejército iba a acompañado de la prensa en ese momento y documentaban como atrapaban, -casi siempre muerto- a algún peligroso criminal, siempre con alguna baja o heridos por parte del Ejército claro está, sino no podría parecer creíble.

 

            En este caso, fue el pobre Soldado González el elegido para representar el papel de Soldado muerto, cosa que agradeció profundamente la esposa de González dado que ahora podría contar con la pensión vitalicia, sin tener que seguir aguantando a un marido abusador y la Cabo Luciana representó el papel del Soldado herido, era necesario hacer que la representación se viera real, por lo que fue indispensable propinarle un balazo en el muslo a Luciana para que se notara la sangre y con eso podrían cerrar  con éxito su actuación. 

 

            Esa mañana Luciana en el hospital se sentía conmovida, ya que gracias a su heroica labor al defender a su patria de los que quieren desestabilizarla con sus perversas acciones, ella, al frente de un pequeño grupo de Soldados, había conseguido abatir al enemigo en aquel reten donde perdiera la vida el heroico Soldado González, y donde ella a pesar de su herida de bala, había concluido su misión, por lo que recibiría a las cero novecientas horas, en ceremonia solemne en el Hospital Militar de la capital del país, a sus 20 años, el grado de Sargento Segundo y en el mismo acto el grado de Sargento Primero.

 

            Era felicitada por todos sus compañeros, Soldados, Clases y Oficiales. Era muy difícil que a alguien le ascendieran dos grados al mismo tiempo, más difícil era que ese alguien fuera una mujer y menos a su edad, los Soldados y sobre todo las mujeres Soldados se sentían conmovidos, comentando que ahora el Ejército realmente si estaba cambiando, y que todo era posible si se esforzaban más, que aquellas vejaciones y abusos que vivan cotidianamente se iba a acabar en algún momento.

            Hinchada de orgullo veía aquellas tres líneas transversales en sus hombros, por fin se habían acabado los malos tratos y los abusos de los Sargentos ahora sí, a mandar, el Director del hospital, doctor y Capitán a cargo de la ceremonia la felicitó y le ordenó presentarse más tarde para recibir instrucciones.

 

            Al llegar a la oficina la Sargento secretaria del Capitán, le pidió que esperara un momento, Luciana se sintió un poco incomoda porque aquella mujer no dejaba de mirarle con un dejo de lástima, era como cuando uno se encuentra en la calle a un perro cojo y pulguiento, y le ve con una mezcla de pena y repulsión. Al fin le tocó pasar donde el Capitán, que al verle entrar se levantó muy cortésmente y la volvió a felicitar, le preguntó que como se sentía con su nuevo cargo, que qué pensaba ahora que era Sargento, a lo que Luciana le contestó, que se sentía muy bien, que ella pensaba que debía estar en el frente de batalla, el Capitán la miró con curiosidad, se acercó a ella y con un fuete que sacó de entre su cinturón, la comenzó a golpear tan brutalmente que con cada golpe se descubría un pedazo de su piel ensangrentada, –¡Aquí no se piensa, su deber no es sentir, ni pensar, ni creer nada, aquí vienes a obedecer, deja que los oficiales pensemos!– le gritaba mientras continuaba aquella golpiza, para después comenzar a violarla mientras la seguía golpeando. Todo pasó sin que Luciana se quejara o dijera ni una sola palabra, al terminar la bestia, le ordenó que se retirara, totalmente abatida Luciana se incorporó como pudo e hizo un gesto que pretendía ser un saludo marcial al tiempo que le decía al Capitán: –como usted lo ordene mi Capitán–. Aquél monstruo totalmente frustrado llamó a su secretaria, –vengan por esta infeliz, no quiero volver a verla, necesito una que grite, una que pida por su vida, no esta basura, que está descompuesta, ya no grita–.

 

            Una semana después del glorioso día de su ascenso, Luciana seguía internada en el Hospital Militar, se le habían infectado algunas de las heridas, para su fortuna le había tocado ser atendida por la Sargento Mariana aquella de “las calladitas”, y habían tenido mucho tiempo para ponerse al día de todo lo que le había pasado. La Sargento Mariana estaba muy agradecida con Luciana porque nunca se supo que habían sido ellas las del incidente de “los empalados” y le comentó que estaban formando en secreto un grupo de mujeres, para defenderse de los abusos de los hombres en el Ejército, le presentó a la Subteniente Rosario que también estaba dentro de este grupo de mujeres justicieras. Luciana la escuchaba sin entender realmente que era lo que aquellas mujeres le decían, lo único que necesitaba era sentirse bien para regresar al frente.

 

            No fue enviada al frente de inmediato, y hacía labores de policía militar en el hospital donde había sido atendida, en el destacamento a su cargo contaba con el apoyo de la Cabo Genara, que cuando se enteró que la Sargento Luciana sería su nuevo superior, no cabía de tan contenta, era toda una suerte que por fin se le acabaran los abusos, ya que su amiga Luciana ahora era todo una Sargento. Cuando se reportó ante ella se contuvo de abrazarla, y se limitó a saludarle marcialmente al tiempo que le decía: –la felicito mi Sargento por su nuevo ascenso–, Luciana sin mayor expresión, la abofeteó y le dijo: –usted no viene al Ejército a felicitar a nadie, usted viene a obedecer, así que limpie mis botas con su lengua inmediatamente–, la Cabo Genara se inclinó a cumplir aquella orden, Luciana esbozó un gesto que parecía un sonrisa, –Que gusto me da ver que Genara está bien, y que suerte que le tocara conmigo, así, no tendrá que aguantar que un cabrón de estos la siga violando–   pensaba al tiempo que veía a Genara lamer sus botas.

 

            Una tarde se le acercó la Subteniente Rosario, a indicarle el sitio y la hora de la reunión del grupo de mujeres justicieras, advirtiéndole que nadie debía saber de tal reunión, Luciana se concretó a escucharla y a cuadrarse ante su superior como marcaba el reglamento, esa tarde en la bodega del hospital, escuchó decenas de historias de abusos y maltratos por parte de los Oficiales a las mujeres, y acordaron que se montaría un operativo para darle su merecido al Capitán del fuete, que debía ya 2 vidas de entre ellas. La tarea de todas era encontrar la mejor forma de hacer pagar a aquél capitán sus crímenes.

 

            Por esos días había llegado un nuevo equipo médico al Ejército que permitía hacer intervenciones quirúrgicas sin tener que abrir al paciente en canal, y debía ser probado. De forma anónima, le llegó a la Subteniente Rosario, una nota con la marca que distinguía al grupo de mujeres justicieras, donde le decían que aquel equipo debía ser probado con civiles antes de intervenir a cualquier Soldado, que lo mejor era que el Capitán lo probara. La persona que escribía esa nota se encargaría de lo demás, que se le dijera al Capitán que el nuevo equipo se podría aprovechar para mejorar su imagen personal y la del Ejército ante la ciudadanía, que el Ejército hiciera algunas intervenciones gratis con equipo moderno en el Hospital del Estado, lo dejaría muy bien parado.

 

            La Subteniente Rosario se dio a la tarea de diseñar la estrategia para convencer al Capitán de probar el equipo personalmente en pacientes civiles, y le pidió a la Sargento Mariana que consiguiera la autorización de algún Hospital del Estado para lograrlo, Luciana se ofreció a ayudar en la tarea a Mariana y ese mismo día, tenían la autorización de un Hospital del Estado que atendía a los más desprotegidos.

 

            No le fue difícil convencer al Capitán de hacer la propuesta a los superiores que encantados apreciaron la dedicación del Capitán, y le ordenaron que procediera con su idea de inmediato, que ellos se encargarían de que la prensa estuviera ahí para difundirlo.

 

            Llegó el día que el Ejército haría una buena labor ayudando a los que menos tienen, operando a 3 mujeres con equipo sofisticado, para extraerles unos pequeños tumores. La ventaja de la intervención era que gracias a la tecnología, aquellas mujeres, quedarían perfectamente fértiles ya que la cirugía no sería invasiva y sólo extraerían,  los tumores sin dañar la capacidad reproductiva de las pacientes. La noticia se había difundido por todos los medios, y eran muchos los reporteros que se encontraban en las afueras del Hospital de Estado esperando saber más sobre aquel acontecimiento.

 

            El doctor y Capitán responsable del evento llegó muy temprano para ver que todo se encontrará en orden, los médicos del hospital estaban muy entusiasmados, sobre todo porque les habían prometido que estarían presentes durante la intervención y que era posible que alguno de ellos pudiera intervenir con el equipo moderno, y después de hacer todos los preparativos se llevó a la primer paciente al quirófano. No había pasado ni media hora de haberse iniciado la primer intervención cuando de pronto, se escuchó una explosión que hizo que se cimbrara todo el edificio: médicos, enfermeras, pacientes y familiares corrían hacia todos lados, nadie sabía que había pasado, sólo una Soldado que sangrando de la cabeza, comenzó a dar instrucciones a todos logrando calmar a la multitud y evitando que ocurrieran más desgracias por la desesperación. La prensa, la televisión, todos los medios estaban ahí, dando fe de aquella desgracia, antes de que llegaran los bomberos, ya se había filtrado información a los medios de que se había tratado de un atentado terrorista, que los narcotraficantes se habían enterado que un militar de alto rango se encontraría en el hospital y habían aprovechado para detonar una bomba justo en medio del quirófano.

 

            El alto mando militar no podía desaprovechar esta oportunidad, por fin tenían un mártir, un eminente cirujano militar y altruista, había sido cruelmente asesinado ante las cámaras de televisión junto con 4 médicos civiles, 5 enfermeras y una paciente y para colmo de su felicidad, ellos no habían montado ese circo, aunque no faltó el General que comentara, que cómo no se les había ocurrido antes esa idea. Por fin ahora tenían el pretexto para usar toda la fuerza necesaria, pedir más presupuesto y que los Diputados aprobaran de una vez por todas, la ley que les permitiría actuar sin recato. 

 

            Los medios de comunicación se dieron vuelo con la noticia, tenían imágenes, y entrevistas en vivo de aquella desgracia y extrañamente no había llegado ninguna instrucción del Gobierno de contener la noticia, así que se regodearon por días con la nota, en la que destacaban la labor que había tenido aquella militar, al controlar a la gente en que en su huida pudo haber provocado más desgracia, y lo hacían no por otra cosa, sino porque esa era la imagen más impresionante que tenían, ya que en las tomas sólo se escuchaba la explosión, se veían caer algunos vidrios y de entre la gente surgía aquella Soldado que era la única que se le veía sangre y era justo ella la que intentaba controlar a la gente para que no se lastimara. No faltaron los reporteros que entusiasmados por la falta de censura, dejaron ver entre sus líneas, que todo esto podía ser un teatro montado por el Estado para justificar las barbaries y tropelías que cometían a diario en las diferentes latitudes del país, por lo que el mismo Secretario de la Defensa Nacional salió ante los medios, para gritar que los perpetradores de tan cobarde crimen serían castigados, los Diputados aprobaron el presupuesto y la ley que permitiría al Ejército actuar sin restricciones e incluso fueron más allá, al aprobar una ley con la que permitían que cualquiera fuera aprendido sin mediar orden de aprehensión alguna, así que ahora cualquier persona podía ser detenida por el simple hecho de parecer sospechoso, ante los ojos de cualquiera de las neófitas autoridades responsables de impartir justicia.

 

            Para el Ejército nada podía haber salido tan bien como lo que vivían en ese momento, durante años habían sido acusados de erguirse como policía, juez, jurado y verdugo al matar a tantas personas bajo la sospecha de actividades ilícitas, a las que les daban muerte si ningún juicio previo solo bajo el argumento de que presintieron que eran enemigos de la patria, y así era que en esos 5 años del nuevo gobierno, se contaban ya 60 mil muertos y más de 10 mil desaparecidos, que nunca disfrutaron de la supuesta presunción de inocencia, nunca serían juzgados para certificar su culpabilidad y nunca serían sentenciados. Aunque de haberse cumplido la ley todos ellos estarían vivos, porque estaba prohibida la Pena de Muerte, así que estos 70 mil nacionales muertos, incluso en el caso de que alguno de ellos resultara ser culpable, gozaría de perfecta salud en algún centro penitenciario, sino fuera por la oportuna intervención del Ejército, ejecutando a todo aquel que se les ocurriera según fuera su estado de ánimo ese día, pero ahora gracias a este afortunado evento para ellos, contaban con más presupuesto y libertad para hacer su trabajo, así que la diversión para ellos apenas comenzaba.

           

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Capítulo IV- El empoderamiento

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           Aquélla noche Luciana descansaba plácidamente, se estaba quedado dormida en la cama del Hospital Militar, viendo en la televisión la noticia del ataque terrorista, donde su imagen se veía como la de las películas de acción: sangrando y cumpliendo con su deber. Ella había sido destacada ese día para cuidar el evento en el Hospital, personalmente se había encargado de que todos estuvieran a tiempo en el lugar que tenían que estar, y lo mejor fue la genial ocurrencia que había tenido en el momento, eso definitivamente había sido como una inspiración divina, porque al herirse intencionalmente en la frente, después de soltar la granada por la ventanita del quirófano sin que nadie la viera, la había hecho tan famosa.

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            No podía dejar de ver y ver la imagen de ella saliendo del hospital, ese horrendo hospital que le traía tan malos recuerdos, de cuando fue intervenida para matarle a su hijo y quitarle la posibilidad de ser madre, pero ahora sentía más calmada que nunca y durmió como un bebé por largas horas.

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            Al despertarse, vio en su habitación un gran ramo de flores sin tarjeta, pero con un pequeño símbolo que ella conocía muy bien, la enfermera Sargento Mariana se le acercó sonriente, al tiempo que le decía -Ya se le está haciendo costumbre dormir acá mi Sargento-.

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               No había pasado ni una semana de la explosión cuando Luciana fue llevada al cuartel general, escoltada por la policía militar, no sabía qué era lo que le pasaría, pero cualquier castigo valía la pena, pensaba ella. Al llegar se encontró con los mismos reporteros que habían cubierto la masacre en el puesto de control donde matara a Luis Manuel, sin expresión alguna se presentó frente a sus superiores, un Mayor se le acercó y en medio de los flashazos de los reporteros, le entregó sus galones de Subteniente. Todos los presentes la felicitaron, mientras el Mayor expresaba su más apreciable reconocimiento ya que era un merecido ascenso, otorgado gracias a su perseverancia y distinguida trayectoria militar y era un digno ejemplo a seguir por parte de las tropas. Al salir de ahí Luciana se sentía feliz, definitivamente el Ejército era su hogar.

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            Esa semana Luciana recibió una orden extraña, se le mandaba reportarse en las oficinas centrales a presentar un examen, pensó que tal vez se trataba de un examen médico de rutina. Dejó de pensar, obedeció sin cuestionase más.  Al llegar al lugar de la cita, se calmó un poco al ver a varias oficiales mujeres formadas esperando pasar al dichoso examen, cuando por fin la pasaron, no entendía nada de lo que se trataba aquel examen, le hacían preguntas muy sencillas, le mostraban fichas y manchas donde clarito se veía como violaban a alguien y luego le preguntaron sobre su opinión, qué pensaba, qué sentía y qué veía en aquellas manchas, a lo que ella contestaba sin demora alguna, -Yo no tengo opinión sobre ninguna cosa, mi tarea no es pensar es obedecer,  veo lo que usted me mande que vea mi Mayor-. El psicólogo Mayor responsable de aplicar las pruebas le insistió que ella debía contestar lo que ella quisiera o pensaba, pero Luciana sabía que se trataba de una trampa para saber si era obediente como le habían enseñado, así que repetía lo mismo una y otra vez, hasta que desesperado el Mayor le ordenó que saliera y que se reportara con su superior.

 

            Al salir se encontró con la Subteniente Rosario que casi le tocaba entrar y le dijo al pasar junto a ella, -tú no te preocupes, está bien fácil-, y sonriendo se retiró a su campamento. Esa tarde sentía que por fin había encontrado la forma de salir bien librada siempre, era lógico, aquí los chingadazos no se acaban nunca, siempre hay un superior que piense por uno, así que lo mejor es siempre obedecer.

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        A los dos días de haber presentado aquella prueba el Teniente de su escuadrón le mandó llamar -Aquí reportándome mi Teniente sin novedad, ¿en qué puedo servirle?- llegó diciendo mientras se cuadraba perfectamente ante su superior,  -sin novedad, ¿cómo que sin novedad?, me están llamando de la Comandancia General para presentarme con usted a las cero ochocientas de mañana, porque no se qué desorden fue usted a provocar con su examen sicológico, si me ha metido en algún problema se va a arrepentir el resto de sus días, ahora retírese y repórtese a las cero quinientas lista para la comisión-

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            Luciana no podía entender que era lo que había pasado, cómo era que había hecho algo mal, si sólo había contestado lo que siempre le ordenaron contestar. Ella había aprendido a costa de mucho dolor, que ahí ella no debía pensar y que no podía ni siquiera opinar con respecto a nada, que para eso están los superiores o cualquiera que tuviera pito, para eso eran hombres, para decidir sobre ellas. No pudo dejar de pensar toda la noche, que era lo que le había salido mal, se cuestionaba sobre la posibilidad de que el Mayor esperaba que ella le hiciera algo sexual, pero el Mayor no le había ordenado nada, o si tal vez el Mayor se había percatado de que había hablado con la Subteniente Rosario y pensó que le había dado las repuestas del examen; entre dudas se le pasó la noche y al día siguiente estuvo en punto con el Teniente, para ir a la comisión -y que sea lo que Dios quiera- decía.

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            Al entrar le pidieron al Teniente que le acompañaba que se retirara y un Teniente Coronel le habló: -Después de haber aplicado un examen especial a más de 100 oficiales mujeres, hemos decidido que usted sea la responsable de desarrollar nuestro programa para mejorar la imagen que tiene nuestro Ejército en cuanto a igualdad y equidad de género, el alto mando se ha dado cuenta que usted es la persona idónea para cumplir esta responsabilidad. Necesitamos el vivo ejemplo de lo que es la mujer en el Ejército, implementando una campaña para que la igualdad de género sea efectiva entre los militares. Es una campaña necesaria porque ha sido un requisito del Congreso para seguirnos apoyando-. Luciana un poco asustada, sólo alcanzó a decir: -¿Cuál es mi orden?-. -Su orden es implementar la campaña en todo el Ejército-. -Disculpe mi Teniente Coronel pero yo no sé nada de eso que me está pidiendo, yo sólo se recibir órdenes- - Pues precisamente por eso fue elegida, aquí su trabajo es seguir órdenes al pie de la letra, es decir, usted debe hacer exactamente lo que se le pida sin preguntar, ni siquiera debe saber qué es lo que hace, sólo debe obedecer, así que su primera orden es aprenderse esto, es la presentación de la campaña interna y debe sabérsela de memoria y a cualquiera que le pregunte le dirá que es idea de usted, así que póngase a leer.

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            A partir de ese momento la aislaron del cuartel, le comenzaron a dar tratamientos espéciales a su cabello y a su cutis, recibió clases de cómo hablar y caminar, y se aprendió aquel folleto como si fuera lo único que existía en el mundo. Después de un mes de tratamiento para mejorar su aspecto, el Teniente Coronel la llamó a su oficina, Luciana llegó irreconocible, parecía otra mujer, llevaba un traje de gala, perfectamente bien peinada y maquillada. El Teniente Coronel sonrió y le ordenó, que le recitara el contenido del folleto que le había dado, ella empezó:

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             “-El Ejército y las Fuerza Armadas presentan su campaña de difusión interna Igualdad de Género. El  Ejército y Fuerza Aérea, están reconocidos como una de las Secretarías de la Administración Pública Federal que ha trabajado con mayor interés por institucionalizar la perspectiva de género en sus políticas internas y modificar patrones de conducta en beneficio de las mujeres que forman parte de sus filas, a través de su Programa de Capacitación y Sensibilización para Efectivos en Perspectiva de Género. El propósito de los programas de Equidad de Género del Ejército y Fuerza Aérea, es coadyuvar con el compromiso del Gobierno Federal, de asegurar la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, implantando diversas acciones con perspectiva de género, a fin de promover, difundir y fortalecer en el Instituto Armado, una cultura de paz y respeto a los derechos humanos, mediante la capacitación, la sensibilización y la implementación de acciones, que permitan la atención prioritaria de los recursos humanos, sobre la base de la equidad de género e igualdad de oportunidades, para proporcionar una mejor calidad de vida, ampliar la cobertura de los servicios de salud y propiciar espacios para el desarrollo profesional de las mujeres. También se han hecho cambios en la normativa, para buscar la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres; asimismo, se han tomado medidas en el ámbito laboral y en el de la salud, y además se ha invertido en infraestructura, para hacer adecuaciones o construir nuevos espacios que faciliten la incorporación de la mujer en las filas del Ejército. Se ha considerado de vital importancia: informar y sensibilizar, para lograr un cambio de actitud. Tratar de modificar prejuicios y estereotipos, que asignan a la mujer roles que la marginan de muchas de las actividades en las que se pretende incorporarla. El Programa de Capacitación y Sensibilización para Efectivos en Perspectiva de Género, es el nombre actual del programa que se puso en marcha, para institucionalizar la perspectiva de género. Se pensó que era importante darle un nombre a la campaña de comunicación, al considerar que el nombre es el requerimiento esencial o mínimo para acreditar la titularidad de la campaña, se buscó un sonido particular, único, propio, eufónico y rítmico, que pudiera generar un vínculo de afecto, con aquéllos a quienes esta se dirige. Los valores más significativos de la campaña, son la igualdad y la inclusión, por lo que se buscó que en el nombre se infirieran los dos conceptos. Para responder a la igualdad, se pensó y se buscó una palabra que en sí misma expresara la inclusión. La palabra elegida fue: SOMOS. SOMOS es una palabra palíndromo, y se lee igual hacia delante y hacia atrás. Significa pertenecer y formar parte de algo; SOMOS nos incluye a todos. El eslogan es una máxima que hace referencia a los ejes del Programa. Enfatiza y destaca lo esencial y distintivo del mismo, con el fin de proporcionarle continuidad y provocar una asociación entre este y sus ventajas principales. SUMA DE FUERZAS: MISIÓN IGUALDAD. En el eslogan se aprovecha el discurso central de la campaña de comunicación externa, que es “La Gran Fuerza de la Patria”. Al hablar de la suma de fuerzas, se establece un vínculo con dicha campaña, y se favorece su memorización y se relaciona con el valor del Espíritu de Cuerpo, que permite el éxito de la misión. La misión de esta campaña es favorecer los principios de la igualdad de género. EL LOGOSÍMBOLO es el nombre que debe ser materializado plásticamente, para que pueda representar a la campaña. Para su desarrollo, se partió de las siguientes premisas: Uno de los valores más importantes en el Ejército, es la corresponsabilidad que implica igualdad de oportunidades en dos sentidos: derechos y responsabilidades La corresponsabilidad implica tanto a hombres como a mujeres, en el ambiente laboral y familiar. La igualdad implica derechos y responsabilidades para todos, y va en los dos sentidos, de los hombres hacia las mujeres y viceversa.  El símbolo representa dos signos de igual, que van en dos sentidos y se cruzan. El círculo encima de los dos signos, simboliza a la persona, hombre y mujer que conviven en igualdad. El casco hace referencia a todos los miembros del Ejército y Fuerza Aérea. Además, la versión con pixeles representa el uniforme militar.”-

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            Cuando término de recitar Luciana el contenido total de aquel documento, el Teniente Coronel estaba gratamente sorprendido, Luciana le había dado la entonación y la fuerza necesaria a aquel discurso, definitivamente, ella sería la indicada para lograr que se quitara el estigma de machista y misógino al Ejército, aunque como bien decía el General cuando le encargó esta misión: -La culpa la tenían esos desgraciados del Congreso, que quieren meter su estupidez de cuota de género en todos lados, si el Ejército por su misma esencia y función,  debe ser un órgano totalmente vertical, en donde no cabe la más absoluta indisciplina. En el Ejército no se necesitan ni mujeres ni hombres, lo que aquí necesitamos son perros obedientes, aunque tengan forma humana. Se necesitan maquinas de guerra, aquí sólo debe pensar uno, todos los demás están para obedecer, y nuestra labor con todos los miembros del Ejército es quitarles las ganas de pensar, las ganas de querer decidir, debemos hacernos dueños de su voluntad, para que sólo obedezcan, sino no sirven para nada y créame que aquí como en ningún otro lugar no discriminamos a nadie, a todos les desgraciamos la vida por igual-.

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            Luciana tenía una extraña sensación de satisfacción, ahora se sentía más segura de sí misma. Al llegar a los diferentes destacamentos y dar aquel discurso a todos los Soldados antes de que recibieran su curso de equidad, hacía que se sintiera poderosa, por fin era tomada en cuenta su palabra. Ella había pedido que su secretaria fuera la Cabo Genara, quien a estas alturas se había convertido en su esclava fiel, era la directamente responsable de todos los enceres personales de ella. Durante el primer mes, debía reportarse diariamente con el Teniente Coronel, que también era muy común ver en los cuarteles que se visitaban. Cuando fueron a entregar el reporte de resultados de su primer mes al General que estaba a cargo de todo el programa, los felicitó y ordenó que a partir de ese momento fuera Luciana quien le entregara los reportes directamente a él y que necesitaba verle en privado una vez por semana para garantizar que se siguiera al pie de la letra el programa.

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         A partir de  la siguiente semana Luciana se volvió la amante preferida del General. Cada semana se le incrementaba la carga de trabajo, daba conversaciones a Soldados todo el día, y por la noche debían preparar el material para el siguiente día, aunado a los días que debía entregar reporte y que eso significaba que esa noche dormiría muy tarde.

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                Una mañana mientras se alistaba para salir, le avisaron que tenía la visita de un civil. Se sorprendió, no sabía de ningún civil que pudiera buscarla. Envió a la Cabo Genara a ver de quien se trataba y esta regresó muy agitada diciéndole -qué es su hermano Pedro-. Luciana no podía creerlo, su hermanito estaba ahí. Salió con gusto a saludarle, Pedro le explicó que la había visto en la televisión, que ya todos en el pueblo sabían que era una heroína. Su madre había muerto de cirrosis el año pasado y él se había venido para la capital a buscar a su madrina, pero no la encontró en su casa; la fue a encontrar en el hospital psiquiátrico, dizque se había vuelto loca. Luciana sonrió. Le preguntó que para qué andaba buscando a su madrina y ahora a ella, Pedro le dijo que su madre no le había dejado nada para vivir, que él había dejado la escuela, no sabía hacer nada y que esperaba que ella le ayudara con dinero para poder comer, porque ahora estaba solito y con hambre. Luciana se le quedó mirando y le dijo: -Si te voy a ayudar hermanito ya verás que bien vas a comer- y sin más se volteó hacia la entrada y gritó -Cabo de guardia, enliste a este vago, y que no salga para nada-. El Cabo de guardia se le acercó cuadrándose y le dijo: -Pero mi Subteniente, éste está muy viejo para enlistarse, se le ven más de 20 años-. -¡Que lo enliste!, y repórtese usted arrestado, aquí usted está sólo para recibir órdenes no para opinar-. El Cabo llevó a patadas a Pedro, que se alejó llorando y suplicando que no lo enlistaran.

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            Ya habían pasado 4 años desde que Luciana entrará al Ejército y ahora ostentaba el grado de Teniente gracias a la intervención de su agradecido General, al que consentía en todos sus caprichos. Por ese tiempo en el Ejército se comenzó a escuchar el rumor de que se estaba creando una Fuerza Especial de Inteligencia para dar fin a los grupos de narcotraficantes y terroristas que atentaban contra la paz social. Luciana se entusiasmó mucho con aquella idea. El trabajo que hacía repitiendo aquel discurso día y noche ya le había fastidiado, así que habló con su General y le pidió que la incluyeran en aquel grupo especial, quería servir a la patria, pero el General no estaba dispuesto a perder los favores de Luciana y si la movía de área perdería el control sobre ella y seguro algún otro General ya le había echado el ojo, -porque esta chamaca, a sus 22 años es la más bonita de este cuartel- decía.

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            Ante la negativa de su General no le quedó más remedio que aguantarse, pero le solicitó que la Sargento Genera formara parte de ese grupo especial.

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            La vida de Luciana se comenzaba a volver meramente monótona, por eso había metido a Genara ahí, para poder tener la información importante de primera mano. Genara tenía la obligación de traerle un informe completo de todo lo que se investigaba en las Fuerzas Especiales de Inteligencia. Aquellos informes se habían convertido en una obsesión para Luciana, pues en ellos encontraba la emoción que le faltaba ahora en su aburrida vida, estaba cansada de servir de desahogo a ese viejo General. Ella necesitaba acción, así que cada vez que llegaba Genara con sus informes, Luciana los devoraba y no dejaba de preguntarle con respecto a todo y aunque Genera había jurado que lo que sucedía en el grupo especial no lo podía decir a nadie, ella sabía que a su Teniente Luciana no podía negarle nada, ella era como su dueña. Fue gracias a esos informes, que se enteró que no habían podido dar con los responsables de la famosa explosión en el hospital, y que era tarea prioritaria del grupo de inteligencia encontrar a los culpables porque nuevamente le urgía al Ejército mejorar su imagen pública.

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             Luciana preparó un informe detallado de toda una supuesta investigación, que venía desarrollando por instrucción -decía- de su General, en donde narraba paso a paso como fue desentrañando aquel complot orquestado cuidadosamente por uno de los más peligrosos grupos de paramilitares pagados por el narcotráfico. Dicho complot, incluía como conspiradores a los importadores del equipo médico que fue utilizado aquella mañana, a la secretaria del Capitán asesinado, y a un maestro de nombre Juan que se hacía pasar como director de una primaria, pero que verdaderamente era la mente maestra de todo. Aquel informe era tan detallado y bien estructurado que sorprendió a todos de sobre manera. Cuando le fue entregado al Capitán responsable de aquel grupo especializado en inteligencia militar, no le quedó más remedio que hacer toda la investigación de nuevo ahora que por fin tenían las pistas de por dónde ir, pero no podían proceder inmediatamente ya que ellos necesitaban saber de primera mano si lo ahí contenido era verdad, así que se dieron a la tarea de detener a todos los implicados en aquel complot, uno a uno fueron interrogados hasta el cansancio sin encontrar relación real alguna entre los inculpados. Necesitaban saber qué hacer, dado que el informe, estaba avalado por un General, así que no tuvieron más remedio que acudir directamente con el Secretario de la Defensa Nacional. El General Secretario de la Defensa Nacional, escuchó con atención todo lo que le comunicaron, leyó aquel informe falso, y dio de inmediato la orden de que se presentara ante él, aquella Teniente y el General  implicado.

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            Cuando la noticia llego a oídos del General, no podía creer que su Luciana lo hubiera implicado en algo tan ruin, como era posible que un muchacha tan bonita, tuviera semejante descaro, porque eso de andar inventando culpables no era nada honorable, así que esto no se lo perdonaría y si era necesario el mismo recomendaría el mayor castigo por semejante falta.

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            Habían pasado más de 4 horas y nadie salía de la oficina del Secretario de la Defensa, en ella se encontraba, el General implicado, el Capitán responsable del Grupo de Inteligencia y Luciana.

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          El primero en salir fue el Capitán, que inmediatamente se dirigió a sus instalaciones a integrar el expediente correspondiente y acusar formalmente a los detenidos para presentarlos ante la prensa, e informar que gracias a un perfecto proceso de investigación, por fin habían dado con los culpables de tan espantoso atentado.  

 

            El segundo en salir fue el viejo General, que esa misma semana presentó su solicitud de jubilación para retirarse con todos los honores por tantos años de servicio leal a su patria.

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            Y al final salió el Secretario de Defensa conversando amenamente con Luciana. Al llegar a la puerta le dio una instrucción a su secretario: -Haga efectivo de forma inmediata, el ascenso de la Mayor Luciana, y elabore un documento donde se le comisione como responsable de la Fuerza Especial de Inteligencia, por fin encontramos al Soldado ideal para el puesto.

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Capítulo V- El Fin de la bestia

 

 

 

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           -El informe, es un trabajo detallado de una investigación, real o ficticia, de un delito supuesto, donde el delito siempre es imputado por el alto mando. Nuestro deber es sólo desarrollar el trabajo a un mínimo costo, que permita justificar plenamente una acción militar, o crear la justificación de una acción ya desarrollada, de tal suerte, que sea absolutamente creíble para la opinión pública. Creando en una segunda etapa, todos los elementos que sean necesarios para que la realidad corresponda a dicho informe, obviando en el proceso todo aquello que pueda afectar no sólo a cualquier miembro del Ejército, sino que también debemos aislar cualquier hallazgo que implique a cualquier miembro del partido en el poder, así como las fuentes de financiamiento ilícito que se encuentren y beneficien al partido en el poder cualesquiera que sea este, para incorporarlo en el archivo especial de contingencias políticas para su uso posterior y difundir públicamente aquellos financiamientos o canonjías que reciban cualquier otro grupo que no corresponda al de poder en turno- Decía con gran elocuencia la Mayor Luciana a su equipo de trabajo, -este es nuestro trabajo, a nosotros no nos corresponde pensar, ni entender, ni proponer, sólo nos corresponde obedecer- concluía.

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            Entre la población cada vez era más alarmante la situación de los desaparecidos o muertos por el Ejército, acusados de narcotraficantes, que no eran otra cosa más que ciudadanos comunes de la sociedad involucrados falsamente por el Ejército, para crear miedo entre la gente de cara a las próximas elecciones. Así mismo la lucha anti narco se había convertido en el pretexto perfecto para deshacerse de los luchadores sociales y líderes populares, que eran acusados injustamente de ser parte de la red del narcotráfico. Se había creado tal ambiente de terror por parte del Ejército que la gente, lo que comentaba, es que no saldría a votar para no convertirse en un  “Falso Positivo” como irónicamente le llamaba la gente a los que eran muertos y después acusados de malhechores. Les llamaban así porque el gobierno unos años atrás,  había inventado una enfermedad rara para poder obtener dinero del extranjero, para atender a la supuesta enfermedad y que después de varias muertes inexplicables, derivó en una gripe común. Ahora ser un falso positivo significaba entrar a la incontable lista de muertos asesinados por el Ejército, para engrosar sus números victoriosos en la lucha contra el narcotráfico, que ya se contaban por decenas de miles, incluso comparando el número de muertos con países que sí estaban en guerra con alguna otra nación, éste, tenía más del doble de muertos en los mismo periodo.  La Comisión Nacional de los Derechos Humanos tenía la absurda encomienda de ser el contador oficial de muertos y abusos, ya que sólo eso hacía, y después de contar a los muertos y a los desparecidos, enviaba severos comunicados al Ejército, recomendándoles que “ya se portaran bien, que no fueran tan malos”.

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            Cada recomendación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos se había convertido en un reto especial para Luciana y su equipo de Inteligencia Militar, las recomendaciones eran como el medidor de su eficiencia: por un lado, cuantificaba el resultado de su trabajo, al complementarles la información de bajas del enemigo de las que no tenían noticia; y por el otro, les decía dónde estaban los cabos sueltos de las operaciones, es decir, les permitía darse cuenta de los pequeños errores de logística y ejecución de sus misiones dado que cada denuncia significaba un cabo suelto que debían ajustar, y que además les permitía aprender de sus errores para incrementar su grado de efectividad en la próxima misión.

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            La justicia comenzaba a ser completa para Luciana, ya que todos y cada uno de las personas que habían dañado en la vida, habían pagado por ello: su madre, su hermano, el maestro Juan, la señora Aurora, Luis Manuel, Carmela, los doctores que le sacaron la matriz, los Soldados de su compañía que habían abusado de ella, así como el Sargento “Balero”, la secretaría del Capitán del fuete, el Capitán del fuete, el General, en fin, todo aquel que en algún momento de su vida la había dañado según su criterio, había pagado por ello. Pero no se sentía plena, no podía sentirse a gusto, sabía perfectamente que algo le faltaba, seguramente era alguien que se le escapaba de la memoria y debía descubrir quién era para poder darle su merecido, pero por más que pensaba, no podía encontrar a nadie más que directamente le hubiera dañado.

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            Era ya el tercer día sin poder conciliar el sueño, intentaba e intentaba y no podía identificar quien se escapaba de su mano justiciera. Dejó de comer a sus horas, y a desatender su aspecto personal, lo único que le importaba era saber quién le faltaba. Ella estaba segura que una vez resuelto eso, su tranquilidad regresaría y su felicidad sería completa. A su mente llegó el vago recuerdo de aquella chiquilla, de dieces en la escuela y que creía que alguna vez sería maestra.

 

           Durante los siguientes meses, se abocó a diseñar un informe que permitiría detener a todos los maestros de la Escuela Normal. Tal vez si lograba que nadie más pudiera ser maestro se sentiría bien, ya que si ella no había podido serlo pues nadie más tenía ese derecho. Luciana sabía que estaría haciendo un bien, porque recién había leído que los niños y los jóvenes ya no leían, que en los últimos 5 años se había pasado de leer 2 libros a leer sólo ½ libro por persona al año, además en las pruebas internacionales de evaluación de la enseñanza, su país cada año descendía más lugares en comparación con todos los demás países, así que como los maestros no estaban haciendo su trabajo, era necesario terminar con ellos. Y un buen primer paso, era lograr que dejaran de salir nuevos maestros, a lo mejor al final de su cruzada, podía conseguir que fuera el Ejército el que se encargara de la educación del país y seguro que ella sería uno de esos Soldados maestros que la patria necesitaba. Por eso fue, que en un operativo especial, el Ejército detuvo a una importante banda de narcotraficantes que operaba desde la Normal Superior y gracias a su oportuna intervención, miles de niños del país no tendrían quienes les hicieran daño.

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            A el General Secretario de la Defensa Nacional, cada vez se le hacían más graciosas las puntadas de Luciana, -definitivamente esa Mayor tiene olfato para quitarle problemas al gobierno- decía. Ellos llevaban años queriendo deshacerse de ese cultivo de comunistas que era la Normal Superior y ahora llegaba esta jovencita y sin más ni más, les hacía el trabajo sucio en tiempo récord.

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           Pero para Luciana aquel evento de la Normal poco le significó, al darse cuenta, que el responsable de la mala educación era el mismo programa del gobierno y que a final de cuentas, si ella llegaba a ser maestra, que les iba a poder enseñar a esos pobres niños, si lo único que le habían enseñado ahí era a lastimar, y denigrar a las personas.

 

            Dándole vuelta a sus pensamientos llegó a la conclusión, que la televisión era igualmente responsable, porque ellos difundían diariamente una serie de estereotipos, que terminaban por lastimar a todos y a ella también. No era posible que le dijeran en la televisión que las mamás eran amorosas, que los hombres eran trabajadores, que los curas eran santos, los maestros un ejemplo, que las mujeres debían verse flacas y ojerosas para sentirse bellas, que todas las mujeres debían ser madres, que siempre encontrarían al príncipe azul que las cuidaría y amaría, hasta el resto de sus vidas. Todo eso era falso, la única realidad era que si una mujer quería tener flores todos los días debía comprárselas ella misma. En este mundo, el príncipe azul te pone morada,  y el resto de tu vida puede ser en cualquier momento.

 

            Esa misma semana, se llevó a cabo un operativo que expuso a la luz pública, el cómo, 10 actrices de televisión, valiéndose de ser figuras públicas, se aprovechaban para contrabandear información que obtenían a cambio de favores sexuales y también se explicó con detalle el cómo después vendían esa información a los cárteles de la droga.

 

            La noticia cayó como bomba. El General Secretario de la Defensa, no podía creer que se hubiera hecho semejante operativo público sin su consentimiento, ¿Qué le pasaba a esta Mayor?  Pero esto no lo dejaría así. En ese momento recibió una llamada del Presidente de la República felicitándolo por semejante acierto, resultó que una de las actrices detenidas había sido amante del Presidente y en los últimos meses se la había pasado molestándole, y por otro lado, las implicadas todas eran actrices ya pasadas de moda por lo que el dueño de las televisoras le había llamado al Presidente  para agradecerle la atención, porque ya no tendría que cumplirles ni pagarles el contrato a esas delincuentes.    

 

           Toda aquella historia llegó a los oídos de Luciana, que no sabía qué hacer, ya lo había intentado todo, y siempre resultaba que el responsable era el mismo gobierno. Le invitaron al banquete ofrecido por el dueño de la televisoras a los altos mandos militares, para que la opinión pública se diera cuenta que entre ellos no había ningún desacuerdo. Ahí escuchó entre las platicas cómo era el gobierno el que marcaba la pauta de que se decía y cómo se decían las cosas en todos los medios. Recordó cómo se manejaban con algunos reporteros para dar las noticias de su misiones, pero no sabía que también el tipo de tela que estaría de moda sería el que producía el compadre del Presidente, y que ellos decidían hasta los colores de moda para la siguiente temporada, que bien podían ser a capricho de la Primera Dama o de alguna querida de los que gobernaban.   

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            Luciana llegó a una terrible conclusión: la culpa de todo era del gobierno. El gobierno era el responsable de la mala educación, del mal servicio médico, de la falta de empleo, de los despidos, de que las cosas cada vez fueran más caras y no alcanzara ni para estudiar. Ellos eran los que decían eso de la “educación gratuita” que tanto le molestaba. Luciana bien sabía que eso de la guerra contra los narcotraficantes, era una mentira, porque se había dado cuenta que sólo perseguían a algunas bandas, pero a aquellas que le daban dinero al gobierno no podían ni tocarlas; cuantas veces no les habían ordenado que soltaran inmediatamente a algún detenido sin explicación alguna. Cuantas veces la hicieron declarar a ella y a sus compañeros  que se había decomisado un montón de kilos de droga, armas y demás sin ser cierto, o si encontraban a un miserable con un cigarro de marihuana, lo hacían decir que traía no sé cuantos kilos, sólo por decir que la lucha contra el narcotráfico avanza y quedar bien con los dueños del dinero y de pasada obtener algún acenso.  Ellos eran los responsables de todos los males y la miseria de su patria. Ella debía hacer algo, no se podían quedar impunes los culpables. Su primera idea fue aprovechar que todos los Diputados, los Senadores, los candidatos, los altos mandos y los Secretarios de Estado estarían juntos con el Presidente, en el último informe de aquél miserable gobernante, y se le ocurrió conseguir algún misil y tíraselos para acabar con todos de una buena vez. Después se puso a pensar en las consecuencias y pensó que entonces gobernarían los gatos de estos manda más -ayudantes- y que entonces esto se pondría peor, ya que frustrados y denigrados como se sentían, iban a llegar al gobierno con peores intenciones, pero era necesario buscar algo, a alguien que representara todos los ideales del gobierno y acabarlo.

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            Esa misma noche fue llamada por el Secretario de la Defensa Nacional, ya que debían presentarse ante el mismísimo Presidente de la República a recibir un reconocimiento por la excelente labor en el cumplimento de su deber. A ese paso, ella sería la mujer General más joven del Ejército.

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            Luciana no podía dejar de pensar que esa era su mejor oportunidad de hacer algo bueno por su patria. El nerviosismo era evidente en toda su persona. El General Secretario, le dijo que se calmara, que todo iba a salir muy bien, que ella debía acercarse al Presidente cuando la llamara, que le diría algunas palabras y le daría su reconocimiento y su nuevo grado. Él estaría a su lado todo el tiempo, le tenía preparada una sorpresa para después de la cena: irían a un lugar donde podrían festejar ellos solos, pero Luciana sólo pensaba en quien sería el más representativo de toda esa porquería para eliminarlo. A su mente vino aquel momento en que en lugar de seguir su destino en el metro, intentó cambiarlo enlistándose en el Ejército. De pronto, el Presidente de la República la llamó para que se acercara. Todo su cuerpo temblaba, sabía lo que tenía que hacer. Aquel magnicida, bajito, insignificante, de gafas y cínico, se le acercó y le extendió un estuche al tiempo que le decía: “Teniente Coronel Luciana es usted el ejemplo que todos debemos seguir, en usted nos inspiramos para gobernar. Es el más grande símbolo de mi gobierno”. Luciana sin pensarlo más sacó su pistola reglamentaria y disparó, justo en la cabeza a aquel miserable ser que era el símbolo de toda la miseria humana. Todos los presentes quedaron absolutamente sorprendidos. Nadie podía dar crédito de lo que habían sido testigos. Era imposible explicarse que era lo que había pasado por la cabeza de aquella joven oficial,

 

                En una solitaria lágrima que surcaba la mejilla de Luciana se reflejaba el rostro del responsable de la muerte y desaparición de decenas de miles de inocentes durante su mandato intentando quitar la sangre de aquella modesta mujer indígena, que había dejado de existir muchos años antes de que la bala cruzara su cerebro  y  de que su cuerpo cayera  a los pies del Presidente.

 

Fin...​ de la versión corta de la novela.

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Nota: "Luciana" fue escrita en 2011 y se presentó a concurso en 2012 en el premio de Novela Corta "El Fungible" en España y aunque tuvo el reconocimiento "extrañamente" nunca fue publicada, Poco tiempo después se me ofreció la "oportunidad"  de desarrollarla cómo novela larga, le dimos continuidad a la historia y lo que les puedo adelantar antes de que salga (esperemos) ahora sí el libro, es que la historia sigue hasta el triunfo del pueblo. Saco a luz la versión corta de la novela como un acto de protesta por la reciente intentona de militarizar la Seguridad Pública y sólo por la alegría de ver que las fuerzas políticas rectificaron y que ganó la razón por unanimidad de construir una Guardia Nacional Civil y que los militares no podrán seguir en la calles después de 5 años, publico hoy 22 de febrero de 2019 la novela corta completa.

Espero sus comentarios aquí o en iuranga@disparos.org.mx

 

Fraternalmente el autor : Iván Uranga @CompaRevolución

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